El fallido intento de suicidio de Vicente S. G. que el martes intentó quitarse la vida con una sobredosis de fármacos en un pueblo de Cantabria, ha permitido a la Guardia Civil resolver policialmente un atroz crimen cometido en Zaragoza hace unas semanas: la muerte y posterior descuartizamiento de Merche Pérez Ruz a manos de su compañero, con el que residía en el 1°-D de la calle Leopoldo Romeo, en Las Fuentes. Vicente confesó el crimen en su nota de despedida, en la que incluyó datos para localizar los restos de la mujer.

La Guardia Civil cántabra trasladó los datos a la Policía Judicial de Zaragoza, que sobre las once y media de la noche se personó en el inmueble, cuyos vecinos les facilitaron una llave del portal. Al entrar en el piso, los agentes fueron directamente hacia un arcón congelador que hallaron repleto de bolsas: cada una de ellas contenía un trozo del cadáver de una mujer.

Mientras unos guardias civiles iban retirando y consignando las bolsas, que fueron trasladadas al Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), cuyos forenses les practicarán la autopsia para determinar las causas de la muerte de la mujer y tratar de esclarecer como fue cuarteado su cuerpo, efectivos de la Policía Judicial efectuaban una minuciosa inspección ocular del piso que se prolongó hasta las cinco de la madrugada.

Los forenses cruzarán el ADN de los restos con el de los familiares de Merche Pérez para cotejar su identidad. También estudiarán si los códigos genéticos del cadáver coinciden con los de la pierna que un vecino de Pina de Ebro halló flotando en el río el pasado 25 de mayo.

ALQUILER Vicente, natural de Terrer y de unos cincuenta años, llevaba más de siete trabajando como conductor de autocares en una empresa zaragozana en la que había pedido una excedencia. Hacía casi dos que vivía de alquiler en el piso de la calle Leopoldo Romeo. Merche, que en octubre habría cumplido los 43, era conocida en el barrio por regentar el quiosco Like, en la cercana plaza de Las Majas de Goya.

Varios vecinos explicaron que la pareja, a la que se refirieron como "de trato afable", vivía junta desde hace unos meses en el piso, de unos 40 metros y con una terraza que daba al patio de luces. Poco antes había fallecido la anterior compañera de Vicente, una mujer de origen eslavo que, según les contó este, apareció muerta en el piso un tiempo después de que, tras fallecer su madre, hubiera comenzado a abusar del alcohol y a presentar síndromes depresivos.

Los vecinos del bloque comenzaron a echar en falta a Merche hace alrededor de un mes. Vicente les contó, según explicaron varios de ellos, que había ingresado en la Unidad de Psiquiatría del hospital Miguel Servet porque se encontraba mal, trabajaba muchas horas --"abría el bar a las siete de la mañana y volvía a las once", indicó una residente en el bloque-- y había comenzado a beber en exceso. Allí, les dijo, solo podía visitarla su madre.

PELEAS Y OLORES Algunos vecinos explicaron que en ocasiones se escuchaban discusiones procedentes del piso y que, hace unas semanas, Merche lucía un moratón en el ojo al mismo tiempo que un vistoso arañazo era visible en la cara de Vicente.

En lo que coincidieron todos los habitantes del bloque con los que pudo hablar EL PERIÓDICO fue en que desde hace alrededor de un mes hasta hace poco más de una semana salía un fuerte y desagradable olor del 1°-D que en alguna ocasión también llegó a sentirse dentro del ascensor.

La pareja tenía dos perros --una hembra adulta y un cachorro-- y un gato. Los canes estuvieron muy inquietos y ladraban con frecuencia en las últimas semanas.

Varios vecinos relacionaron la presencia de los perros, que dejaron de salir a pasear tras desaparecer Merche --era quien se encargaba de cuidarlos--, con los malos olores que salían de la vivienda de la pareja. Ayer, tras conocer lo sucedido, cambiaron, estupefactos, su opinión.

EL VIAJE Vicente comenzó el 19 de abril a disfrutar una excedencia de un año en la empresa en la que trabajaba. Tras desaparecer Merche, se hizo cargo del quiosco, en el que, desde el 6 de mayo, trabaja como camarera Silvia, una joven de origen iberoamericano que contactó con él tras haberle dicho un cliente del local que su dueño --la concesionaria era en realidad la víctima, cuyos amigos depositaron ayer ramos de flores en la glorieta-- buscaba personal.

A final de mayo, Vicente empezó a preparar su viaje. Llevó a sacrificar a la perra y alojó al cachorro y al gato en una guardería para animales. Y se preocupó de que Silvia cobrara su primera mensualidad. "En absoluto me dijo a dónde iba ni cuándo volvería", explicó la joven. "Nunca lo hubiera imaginado", repetía ayer.