No por ser esperada la noticia deja de impactar en nuestros sentimientos más profundos. Que nos tenía preocupados la lucha que mantuvo Pepe Atarés por la vida era una evidencia difícil de disimular. Un apasionado por la vida, por la política, por su querida Zaragoza siempre desde su faceta más cercana, el contacto con los ciudadanos. Un alcalde cuidadoso a partes iguales con sus principios y su ciudad. Un defensor incansable para que su provincia tuviera también el protagonismo merecido en el Senado.

Pepe Atarés siempre se mostró tenaz en cumplir con su deber, con su trabajo. Su alto sentido de la responsabilidad le obligaba a no cejar en el empeño por concluir sus iniciativas basándose en acuerdos y consensos.

Generoso, en el más amplio sentido de la palabra, incluso cuando aparecen las diferencias ya que, llegado a ese momento, supo estar por encima de las circunstancias. Una persona que es capaz de reunir esta serie de cualidades no merece más que el respeto y cariño por parte de todos los que, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido la oportunidad de conocer y compartir objetivos.

El ejemplo que nos ha dejado Pepe Atarés de hacer política, ciudad y amigos nos enseña que detrás de este personaje público aparece un hombre íntegro, entregado y con el mayor grado de fidelidad con los suyos y sus convicciones.