Rafael Basterrechea nació el 6 de marzo de 1965 en la localidad oscense de Barbastro. Su madre ignoraba que estaba embarazada y acudió al médico para que le recetara algo contra el insomnio. Era talidomida. La ingesta provocó malformaciones en el feto, que nació con los dos brazos más cortos de lo normal y los codos rígidos sin poder doblarse. Hoy, 48 años después, Rafael, vicepresidente de la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (AVITE), respira tranquilo tras la celebración del juicio en Madrid, su actual lugar de residencia, aunque maldice la excesiva tardanza. "Estamos hablando de una España en la que un burro cargado de carbón se paseaba por el Pilar o cuando el médico fumaba en la consulta", recuerda.

Al menos, sus padres viven para verlo. "Mi madre, la pobre, siempre ha tenido cierto grado de culpabilidad pero tuvo que soportar un interrogatorio cruel acerca de si había malformaciones en la familia, si fumaba o bebía. Mi madre era ama de casa y mi padre albañil y, además de costearse unas pastillas que valían 90 pesetas cuando mi padre ganaba 3.000 al mes, tuvieron que escucharse eso y que todo se debía a una mala posición fetal y a cosas que manda Dios, como le dijo la monja que era jefa del paritorio", añade Rafael.

Ahora, además, también sufre problemas de columna, glaucoma, de oído, varices e hipertensión. "Todo derivado y como consecuencia de la talidomida", asegura. En su caso, la demanda a la farmacéutica alemana alcanza los 1,5 millones de euros. "He dependido toda la vida de mi madre y ahora de mi mujer. Daría mi vida por ambos sabiendo, además, que yo nunca podré ayudar a mis padres ahora que son mayores y me veré obligado a recurrir a terceras personas. En breve tendré que dejar de conducir y de trabajar porque sufro muchos dolores y mis limitaciones son numerosas aunque lo que mantiene mi ilusión en la vida son las ganas de sentirme útil para la sociedad y seguir luchando contra titanes".

Así que todavía le quedan sueños. "Quiero que mi hijo se críe con salud y me queda mucha vida por delante para ser feliz. Ahora, después de una vergonzosa espera, me siento satisfecho", asegura el aragonés, que carga contra el causante de su problema. "Vi muchas lágrimas en el juicio y también mucho agradecimiento por parte de compañeros que entendían que hasta aquí hemos llegado por personas que han tenido mucha ilusión en que esto saliera adelante y solo por eso ya me siento pagado aunque mi objetivo ahora es que paguen estos sinvergüenzas y sabandijas que, además, se permiten decir que mi madre tenía que haber demandado hace 50 años con lo que era España entonces".

Ahora solo queda esperar. Aunque los afectados recelan de un cambio juez a última hora. "A apenas un mes de acabar el proceso han concedido el traslado a la jueza anterior que estaba llevando el proceso hasta ahora y ha llegado otra mucho más joven y, por consiguiente, más desconocedora de la realidad de aquella España". Con todo, Rafael se muestra confiado en que se haga "justicia" y valora incluso la labor de la abogada de la compañía por "defender lo indefendible" aunque "yo jamás me habría prestado a algo así", sostiene.