Zaragoza vivió ayer con normalidad oficial y cierto vacío en las calles la jornada de proclamación de Felipe VI. Comerciantes y hosteleros notaron que por la mañana había menos gente en los bares y en las tiendas, seguramente porque muchos zaragozanos prefirieron quedarse en casa a ver la ceremonia por televisión.

Quizá por ello en los locales de hostelería del centro de la ciudad casi nadie estaba pendiente de la pequeña pantalla, tanto si esta difundía imágenes del solemne acto en el Congreso y en el Palacio Real, como si lo que se podía ver eran resúmenes de la jornada anterior en el Mundial de fútbol en Brasil.

Sobre las 11 de la mañana, en Gavilla, una cafetería de El Caracol, una gran pantalla mostraba imágenes del discurso del nuevo monarca. Pero pocos de los escasos clientes miraban la pantalla. "Hay poca gente, mucha menos que otros días", comentó Imán, la camarera. "Parece que todo el mundo se ha quedado en casa para ver la ceremonia", afirmó. Con todo, continuó, "los clientes se paran al entrar y se quedan viendo la tele", añadió.

A Maribel, otra camarera, le hubiera gustado tomarse libre el día de ayer. "Así me habría quedado en casa y podría alcahuetear como una maruja", explicó.

REFERÉNDUM, SÍ "Espero que sea un buen rey", manifestó Fernando, que desayunaba a esa hora. "Yo no veo necesario que se haga un referendo, la Constitución dota a España de una monarquía parlamentaria y eso ya está establecido, no se puede cambiar", subrayó. A su lado, su amigo Paco se presentó como "amigo personal" de Juan Carlos y de su hijo. "Me parece que Felipe VI está preparado pero, en cualquier caso, yo sería partidario de una consulta si antes se explica a la opinión pública que un presidente de la república es cuatro o cinco veces más caro que un rey y que no está tan preparado", opinó.

En la taberna Lizarrán, en Independencia, la pantalla aún era más grande. Pero no por eso atraía más la atención. Los clientes, la mayoría mujeres, charlaban animadamente en las mesas o tomaban sus consumiciones en la barra. "Creo que el nuevo Rey está preparado", dijo Fernando, un empleado de banca que había ido a almorzar. "Creo que lo hará bastante bien", señaló Alberto, que estaba con él.

INDIFERENCIA Pero a otros zaragozanos, sencillamente, la proclamación no les importaba mucho. "Me da igual, no me llama mucho la atención", reconoció Juan Carlos mientras se tomaba un cortado en el Gran Café Zaragozano, un local con cuatro pantallas que transmitían resúmenes de los partidos del Mundial del día anterior.

Juan José, en la terraza situada a la entrada del Tubo, se declaró republicano y se quejó de que "a Juan Carlos lo puso Franco". Muy cerca, María Jesús y Conchita afirmaron que no esperaban cambios con el nuevo monarca. Y en Café & Té, José Manuel, un reponedor, manifestó que la ceremonia no le importaba mucho. "Felipe VI seguirá los pasos de su padre", aseguró.

En uno de los quioscos de Independencia, Fernando señaló que había notado un descenso de personal en las aceras y se mostró "partidario de convocar un referéndum".

En los centros oficiales, la normalidad fue la nota más destacada. En el ayuntamiento, la Comisión de Urbanismo se reunió como un día normal mientras los grupos municipales se servían de la televisión, la radio, internet y las redes sociales para seguir la coronación de uno de sus hijos adoptivos. Y otro tanto sucedió en las Cortes de Aragón. Allí la actividad no varió con respecto a la de una jornada normal, si bien los diputados se dirigían a sus despachos para seguir el acontecimiento por televisión y valorar su discurso.

El vacío de las calles se notó también en los hogares de pensionistas. En el centro de convivencia Francisco de Goya, en Hernán Cortés, había menos ancianos que otros días jugando a las cartas. Y los que habían ido solo tenían una preocupación: que no les tocaran su pensión.