La asociación Charata de Uncastillo localizó ayer en las peñas de Santo Domingo, a 1.540 metros de altitud, restos humanos que pueden pertenecer a Rosario Malón Pueyo, de 23 años, que fue fusilada por los falangistas durante la guerra civil, junto con su hermana Lourdes. Los restos de esta última ya fueron localizados en el mes de noviembre y poco después las tareas de búsquedas debieron interrumpirse debido a la llegada del mal tiempo.

"Han aparecido huesos a unos 40 centímetros de profundidad y creemos que son los de Rosario", explicó Mari Carmen, una integrante de Charata. "Estaban cerca de donde aparecieron los de su hermana", añadió.

Las hermanas Malón Pueyo huyeron de Uncastillo al comienzo de la guerra y un grupo de falangistas les dio alcance en la cima de la montaña, donde fueron fusiladas. Desde entonces, su familia se había propuesto recuperar sus restos, pero esto no ha sido posible hasta ahora por las dificultades de todo tipo que han entorpecido el proyecto.

"Hemos sentido mucha alegría", relató Mari Carmen, que destacó que en las tareas han participado arqueólogos y otros expertos. Ahora, los restos de la infortunada joven se someterán a un proceso para determinar su identidad y, una vez comprobado que se trata de Rosario, serán entregados a su familia para que les de una sepultura digna.

La familia Malón Pueyo fue objeto de una cruel persecución durante la guerra civil por sus ideas republicanas. Fruto de la represión fallecieron varios de sus miembros y otros tuvieron que exiliarse.

Al parecer, los restos de Rosario se hallaban a unos 10 metros nada más del lugar donde aparecieron los de su hermana. Se trata de la misma cumbre de las peñas de Santo Domingo, en las Altas Cinco Villas.

El equipo de búsqueda iba provisto de navegadores GPS para dar con el lugar exacto de la improvisada tumba. Con estas herramientas y los relatos de los vecinos ha sido posible hallar el sitio del enterramiento en un tiempo relativamente corto, ante la alegría de los familiares. El caso de las hermanas Malón se había transmitido de generación en generación, pero nadie sabía su exacto paradero.