Dos acusados y dos versiones distintas. Eso es lo que pudieron oír ayer los magistrados de la Audiencia de Zaragoza encargados de enjuiciar a José María Hurtado y Abdel Roca por el asesinato de su socio y la posterior ocultación del cadáver en un sarcófago artesanal hecho con hormigón. Uno de ellos, Hurtado, no dudó en señalar como autor de la muerte de Rubén Joaquín F. a su compañero de banquillo.

Esta inculpación a Abdel Roca llevó a los agentes presentes en la vista oral a cambiar de sitio a los procesados y a separarlos para evitar conflictos entre ellos.

José María Hurtado, defendido por la abogada Eloisa Gimeno, relató que los tres quedaron en el negocio que compartían, un cibercafé en la calle Navas de Tolosa de la capital, para acordar una salida al mismo. De repente, "Abdel sacó de algún sitio un hacha y le empezó a golpear en la cabeza", señaló, mientras reconocía que se paralizó y que tuvo que irse a vomitar.

COMPRA DE MATERIALES

Esto pasó el 10 de junio del 2011, pero hasta el día 14 no volvió al local. Ese día Hurtado llevó todo el material con el que Abdel Roca confeccionó una tumba de hormigón, situada detrás de un mostrador del establecimiento. Lo hizo porque se sentía, según aseveró, atemorizado. Lo construyó Abdel Roca, quien le había mandado un mensaje con la lista de materiales a comprar.

Una descripción totalmente diferente dio Abdel Roca, quien aseguró que él no había hecho nada. Que esa tarde fue al cibercafé, pero que se marchó porque "no quería saber nada de los compradores. Se bajaron de un todoterreno negro con cristales tintados".

Fue el único elemento algo claro en su testifical, ya que luego se dedicó a describir sus días en España antes de fugarse a Cuba, si bien resaltó que era un viaje organizado. Este hombre, defendido por Ignacio Pérez Santander, también quiso sembrar dudas sobre quien minutos antes le había señalado.

Más claros fueron la veintena de policías nacionales que declararon. De hecho, el instructor del atestado afirmó que "sospecharon de ellos desde el primer momento. Nadie sabía nada del otro y eran socios", aseveró.

En contra de ellos estaban los posicionamientos de los móviles, los pinchazos y la sangre hallada en un calzoncillo de Abdel que era de la víctima.

La Fiscalía pide 20 años de prisión mientras que la acusación ejercida por Juan José Serra asciende la pena a 30. Hoy continúa el juicio.