La sombra del eccehomo de Borja es alargada. Ha llegado hasta un recóndito pueblo del Pirineo, Bergua, que pertenece al municipio de Broto. Aquí una iniciativa vecinal ha tratado de restaurar la cruz de un crucero medieval, pero el resultado es, cuando menos, polémico. La figura, de piedra, estuvo décadas en casa de un vecino que la salvó de la destrucción total después de que, durante la guerra civil, un grupo de milicianos la arrancara de la columna sobre la que se hallaba colocada.

Los habitantes de Bergua, solo una treintena, tomaron la decisión de armar ellos mismos la figura tras pasar dos años sin que Patrimonio del Gobierno de Aragón atendiera a una petición del Ayuntamiento de Broto para que se hiciera cargo de la restauración del monumento.

"Lo hicieron con la mejor voluntad del mundo, aunque el resultado no haya sido el mejor", reconoció ayer la alcaldesa de la localidad, Mari Carmen Muro, que subrayó que, antes de ponerse manos a la obra, los vecinos se informaron de cómo se podía llevar a cabo la restauración.

"Se asesoraron y los expertos les dijeron que la norma actual es no reconstruir los trozos que faltan, sino hacer algo totalmente diferente para marcar la diferencia entre la pieza original y la nueva", explicó Muro.

"Podría estar mejor hecho, pero también cabe la posibilidad de que la cruz se hubiera perdido para siempre", señaló, por su parte, Susana, una vecina de Bergua. "De no haberla recogido hace años una familia del pueblo, la figura andaría perdida, enterrada por ahí", manifestó. "Nada más hay que ver que la iglesia está en ruinas, eso lo dice todo", añadió.

La alcaldesa de Broto mostró su extrañeza por la tardanza de Patrimonio, máxime si se tiene en cuenta que, en Aragón, los cruceros, las cruces de término y los peirones están considerados bienes de interés cultural (BIC).

La imagen, mutilada, representa en su anverso la figura de Cristo en la cruz, y en el reverso, la de la Virgen y el Niño. "Los rojos la quitaron y los rojos la pusieron", comentó, al parecer, el alcalde pedáneo de Bergua, el día en que la cruz volvió a su emplazamiento original.

La imagen fue rescatada tras la guerra civil por Antonio Oliván, de Casa Feliza, que la escondió hasta que su hijo, en fechas recientes, la puso a disposición del pueblo. Fue como un hallazgo arqueológico, pero la DGA no se dignó responder.