La crecida del Ebro que lleva anegadas unas 45.000 hectáreas en Álava, La Rioja, Navarra y Zaragoza es la consecuencia de las precipitaciones intensas en la cabecera de la cuenca (especialmente Navarra) que han acelerado el deshielo de las nevadas caídas en febrero en la cordillera y en los Pirineos.

Como consecuencia de todos estos factores se desencadenó una avenida "extraordinaria" en el río Ebro, que ayudado por los caudales de los ríos Arga y Aragón, alcanzó 2.500 metros cúbicos por segundo en el municipio de Castejón y los 2.600 metros cúbicos en Zaragoza dos días más tarde, ha explicado en una entrevista con Efeverde, Julián Conejo, director técnico de Ingeniería 75.

Conejo ha subrayado que durante el último mes las precipitaciones han sido muy abundantes sobre todo en alguna zona muy localizada de Navarra como en Roncesvalles, pero la magnitud de esta crecida se explicaría por el efecto adicional del deshielo a las lluvias de la semana pasada.

Esta crecida aunque extraordinaria no supera la avenida del mes de enero de 1961 cuando la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) registró 4.130 metros cúbicos por segundo.

Conejo ha insistido en que todavía hay que ser prudentes y mantener la vigilancia aunque la punta de la crecida del Ebro ya discurre en estos momentos por Cataluña, donde se espera que los embalses contengan las posibles inundaciones.

En España hay zonas como la de la cuenca del Ebro, el Duero y la Cantábrica donde tradicionalmente las grandes avenidas son producto del deshielo por lo que, en su opinión, es necesario invertir en sistemas de alerta hidrológicos y cuantificar los recursos nivales, ha detallado.

A este respecto, ha señalado, que el programa Ehrin, encargado de analizar las reservas de nieve en zonas de montaña y su evolución a lo largo del tiempo, se ha suspendido tras más de 30 años de actividad.

La medición de la nieve es importante porque permite cuantificar el volumen de agua almacenada y prever su evolución e incidencia en las cuencas hidrográficas, ha declarado Conejo.

En la actualidad el control y estudio de la nieve funciona de una manera limitada lo que dificulta la previsión de avenidas de deshielo.

La crecida del Ebro "probablemente no se podría haber evitado" pero contar con más y mejor información permite prever con más antelación la evolución del deshielo y anticipar los avisos.

Asimismo ha añadido que no es descartable que esta situación se reproduzca en un futuro no muy lejano ya de acuerdo a la información disponible, se estima que todavía existe una cantidad de nieve muy importante en la zona central del Pirineo y en la cordillera cantábrica en la que aún no han comenzado los deshielos.

"Resulta de gran importancia realizar mediciones del manto nival para anticipar episodios de crecida".

Establecer medidas correctivas como la mejora de las motas o los dragados de los ríos pueden ser medidas válidas a corto plazo, pero no son medidas previsoras que supongan una apuesta por los sistemas de alerta hidrológicos, únicos capaces de anticipar las situaciones de riesgo.

A este respecto grupos ecologistas han denunciado la falta de planes de prevención para evitar las consecuencias de las crecidas de ríos, como ha sucedido con el reciente desbordamiento del Ebro, y han insistido en la necesidad de "dejar en libertad" a los ríos.

Limpiar éstos es "una barbaridad desde el punto de vista medioambiental", sobre todo cuando llaman limpiar a eliminar toda la vegetación de ribera y eso es "un error tremendo" desde el punto de vista hidrológico porque esta vegetación disminuye la velocidad a la que circula el agua y evita que sus efectos sean "más nocivos".