Hace unas semanas en la presentación del último número en papel de Píkara en la librería La Pantera Rossa, Andrea Momoitio, subdirectora de la revista feminista (www.pikaramagazine.com/) comentó algunas cuestiones sobre las que habían ido reflexionando. Entre otras, mencionó el error de emplear la frase "dar voz" cuando hablaban de sectores sociales que normalmente no suelen tener cabida en los medios convencionales. Ellas mismas habían usado esta expresión sin pararse a pensarlo demasiado.

Cuántas veces no leemos, escuchamos o decimos lo de hemos querido en esta crónica "dar voz" a las víctimas, a los desahuciados, a los afectados... La crónica actual trata de huir de la voz de autoridad como único criterio, y pretende desde la fragmentación y la suma de testimonios, reconstruir una realidad, "relocalizarla", como comenta Rosanna Reguillo, profesora-investigadora del Departamento de Estudios Socioculturales, del ITESO (Guadalajara, México). "Relocalizar el relato" en el sentido, dice Reguillo, de participar de algún modo de lo narrado. Y participar pone en crisis la noción de autoría. Es contradictorio por lo tanto tratar de hacer eso en una buena crónica o reportaje y luego declarar que se le "ha dado voz" a los otros. Como si el periodista, en un acto de generosidad suprema le concediese la voz a los otros, a los que "no tienen voz". Ciertamente he empleado muchas veces esta expresión que voy a evitar siempre que pueda a partir de ahora.

La producción periodística de la nueva Nobel de Literatura, la cronista bielorusa Svetlana Alexievich, disparó mis alarmas sobre cómo iban a contar los medios su quehacer periodístico y me hizo recordar la afortunada reflexión de Momoitio. Precisamente porque Voces de Chernóbil (Siglo XXI, 2006) la obra traducida al español de la premiada, se ocupa de retratar, siguiendo una técnica de collage o de montaje cinematográfico y gracias a la multiplicidad de testimonios recoge el trauma que supuso para sus ciudadanos la mayor catástrofe nuclear de la historia de la humanidad, registrada en Ucrania en 1986.

Lo polifónico, lo marginal (que está en los márgenes, lo alejado del foco de las cámaras, lo alejado del argumento central del periodismo convencional), lo fragmentario, forman parte de esta crónica tan actual, que huye del discurso de la autoridad y de la certeza.

Por eso los cronistas, como Svetlana Alexievich, investigan durante mucho tiempo para tratar de reproducir todas las capas de un conflicto; de reproducir todas las voces y puntos de vista. Se instalan en la duda; en la realidad --que suele ser esquiva y compleja-- y desde esta realidad intentan interpretar lo que observan de primera mano, a través de multitud de fuentes. No se trata de "dar voz" sino de reconstruir lo sucedido y de abordar los conflictos, contando con todos los implicados. Esta forma de periodismo ha ganado un premio Nobel de Literatura, estamos de enhorabuena.