José Antonio Labordeta dejó huella en el Congreso de los Diputados. No solo la de su enérgico "¡A la mierda, joder!", como un estallido frente a las constantes interrupciones de los diputados del PP. El primer grito indignado de España, dicen. Pero no fue la única muesca que dejó El Abuelo. Sus compañeros de escaño, de izquierdas o no, dicen que "por donde pasaba, dejaba amigos" y los políticos que ayer charlaron en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza dieron cuenta de ello.

Coherencia, humildad, integridad, empatía, dignidad, militancia y compromiso son cualidades dispares, que sin embargo compusieron ayer el puzzle de su figura. Del amigo, del político, del escritor, del periodista, del cantautor. Porque si bien todos reconocieron que José Antonio tenía mil facetas, también convinieron que en todas era uno: su coherencia era tal que siempre era Labordeta.

"Él tenía claro que la política se hace desde la calle", reivindicó Azucena Lozano, la primera presidenta de CHA, señalándole como uno de los impulsores de la nueva política. Joan Saura, senador de ICV, llegó a definirle como un "diputado atípico" porque, afirmó, "detestaba el protocolo, las medias mentiras, y porque mantuvo siempre su coherencia".

Detrás de sus intervenciones políticas "locuaces, socarronas e irónicas", como recordó Pérez Rubalcaba, había un hombre tímido, reflexivo, que "pensaba siempre si estaba a la altura de sus representados", apuntó el portavoz de los populares en el Congreso entre 1996 y 2004, Luis de Grandes, primo de su mujer.

Tras las canciones y los versos certeros había un caldo de cultivo: el pesimismo. Todos los presentes ayer rescataron de su memoria a un Labordeta escéptico, pesimista, recluido en sí mismo en ocasiones. Pero combativo, luchador, "hiperactivo", según Rubalcaba, y "muy trabajador: presentó 8.000 iniciativas", puntualizó Saura. "Esto no puede ser, decía, y justo depués se revolvía: seguimos y luchamos", recordaba Lozano.

Un pesimista combativo que dejó huella. Porque muchos le admiraron antes de cruzar la puerta de los leones y porque, desde entonces, fue admirado por muchos más.