Cada mañana, muy temprano, Abdoulie coge su bicicleta para ir a trabajar a los huertos urbanos del Ayuntamiento de Zaragoza. Está "muy contento", dice. Ha conseguido un contrato por su "responsabilidad", según destacan sus profesores, y después de hacer un curso de agricultura en la Fundación Federico Ozanam.

Y pese a esa buena posición laboral, este joven de 20 años, natural de Gambia, sigue estudiando por las tardes. Ahora, un cursillo de fontanería. Abdoulie es un ejemplo de éxito de esta escuela de segunda oportunidad, ya que llegó hace dos años totalmente analfabeto. No sabía sumar, ni leer ni escribir en su idioma, porque sus únicas nociones educativas habían sido las de la enseñanza del Corán. Estas no incluyen un proceso de formación básica, sino que únicamente se centran en leer este libro sagrado.

"Ahora me manejo en español y tengo ganas de seguir aprendiendo mucho, porque quiero saber más habilidades para mi trabajo. Mi familia no está aquí, pero está muy feliz de que yo me haya sabido desenvolver solo en Zaragoza", explica.

Abdoulie comparte piso y ha conseguido llevar una vida independiente. "Pago un alquiler y gracias a Ozanam también sé interpretar una factura de la luz o del agua. Y, algo muy importante, me ayudaron a entender mi contrato. Podrían haberme engañado en las condiciones o algo, y sé que no habría conseguido nada sin Ozanam, porque me han acompañado en todo", recalca el joven.