El quebrantahuesos, uno de los emblemas medioambientales de Aragón, ha pasado en 20 años de ser una especie de ave en grave riesgo de extinción a empezar a convertirse en un importante reclamo turístico para los habitantes de las zonas de montaña donde habita.

En estas dos décadas, esta ave de majestuoso vuelo, que tiene en el anillo de color rojo de sus ojos y las plumas blancas de su cabeza sus principales rasgos identificativos, ha duplicado su población en el territorio aragonés gracias a las acciones llevadas a cabo por la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ).

De las 39 parejas reproductoras que quedaban en 1994 en las sierras de la comunidad, con un imparable ritmo descendente que amenazaba la continuidad de la especie, se ha pasado en la actualidad a 87 y a unas buenas expectativas de supervivencia.

Aun así, tendidos eléctricos, productos fitosanitarios como los raticidas y actividades deportivas sin regular siguen constituyendo una amenaza para los quebrantahuesos que habitan en el Pirineo y en la sierra de Guara.

En la FCQ se esfuerzan en promover convenios, acuerdos y campañas dirigidas a superar esos riesgos y a tratar de compaginar la conservación de la especie con las labores agrícolas tradicionales y las actividades deportivas.

Por este motivo, el presidente de la organización, Juan Antonio Gil Gallús, considera necesario "volver a activar" el convenio suscrito entre Red Eléctrica de España, ERZ y el Gobierno aragonés para terminar de aislar y balizar los tendidos eléctricos que atraviesan las zonas donde habita el quebrantahuesos.

Gil Gallús lamenta que el convenio quedara en suspenso hace dos años, sin que las partes implicadas hayan asumido desde entonces su "responsabilidad" en cuanto a la protección de la especie. Al presidente de la FCQ también le preocupa la utilización de determinados plaguicidas de venta legal y la práctica "descontrolada" de la escalada en zonas donde anidan y crían a sus polluelos los quebrantahuesos.

La fundación reclama una regulación de la escalada, una demanda que, según Gil Gallús, no es bien vista por la Federación Aragonesa de Montañismo (FAM), que suele mostrarse contraria a la aplicación de este tipo de medidas porque "a nadie le gusta que le regulen las cosas". Asimismo, el control de las labores agrícolas genera recelos.