el rompeolas

Que el hombre deje de ser un lobo para la mujer

La violencia machista pertenece al género del terrorismo de las cuatro paredes, un espacio muy particular e íntimo donde la víctima sufre la pesadilla de la indefensión y el pánico más absoluto por tratarse de una amenaza constante y familiar. Pese a que existente herramientas para denunciar las agresiones y establecer una red de protección legal de distanciamiento, la lucha contra esta pandemia no atraviesa por lo general la puerta blindada de un universo infernal para las mujeres que lo habitan. El brazo armado es el de un hombre en una sociedad del hombre y para el hombre. ¿Cómo confiar entonces en ese sistema? Organizaciones feministas, policía y justicia aconsejan la inmediata comunicación de los atentados domésticos para desplegar lo antes posible un abanico de seguridad. El vergonzante número de crímenes consumados contradice la hipotética efectividad de ese paso obligado pero burocráticamente paquidérmico. Así, al espanto de vivir pendiente de sobrevivir cada día, se añade la deconfianza de unos mecanismos que no ofrecen garantías. La soledad y las dudas invaden la esperanza de las mujeres que esperan en sus casas o acuden a sus trabajos perseguidas o alcanzadas por la muerte. A ellas les pertenece la valentía de seguir haciendo pública su situación. Sin embargo es a los hombres a quienes les corresponde desprenderse de su cobarde estatus privilegiaado para echar abajo ese pórtico del horror. Para que el hombre deje de ser un lobo para la mujer.

Tracking Pixel Contents