Ha aparecido Iñigo Errejón con mala cara, la de haber dormido mal después del rejonazo que le acaba de meter entre pecho y espalda Pablo Iglesias, su íntimo amigo y cofundador de Podemos. Don Pablo comienza a ejercer de don, jefe y referencia de esta nueva izquierda a la búsqueda de su definitivo equipo y programación. Con más ahínco incluso después de las críticas, externas e internas, recibidas tras sus intervenciones en el Congreso durante el fallido proceso de investidura de Pedro Sánchez. En la acción/reacción, Iglesias ha demostrado mano dura, la capacidad, sin muchos miramientos, de cesar, destituir, mandar el motorista o llamar a filas (a cerrarlas, claro).

Prevenidos nos tienen casi todos los procesos revolucionarios de que al final de su periplo son muchos los rebeldes, visionarios, utópicos, románticos que se quedan en el camino. Señero es el ejemplo de Ernesto Guevara, muerto en defensa de una nueva revolución mientras Fidel Castro transformaba la suya en una dictadura, pero los ejemplos son innumerables desde la caída de Danton o Robespierre al triunfo de Fouché o Napoléon, y siempre habrá un Lenin que ponga precio a la cabeza de un Kerenski y un Stalin que quiera cobrarse la de un Trostky. Los republicanos españoles, que salían de una decadente monarquía, pagaron muy caras sus disidencias frente a la intransigencia de una derecha que no dudó en recurrir a las armas y mucho me temo que todavía veremos, en nuestro país o en nuestro tiempo, algún proceso similar, que tal vez esté incubándose en la España, la Grecia, la Francia de los emigrados, los emigrantes, los mileuristas, los desesperados.

Podemos, en su joven historia, ha representado bastante más que eso, pero sus turbulencias ideológicas aventuran un viaje nada exento de incidencias ni contradicciones, como la de respetar tácitamente la Corona o apoyar las consultas independentistas en un territorio sí y en otros no. Algunos de sus rostros claves lo son, como en el caso de Ada Colau o de Pedro Santisteve, referenciados, a menudo bifrontes, quién sabe si tal vez enfrentados por ese rejonazo que al bueno de Errejón le ha puesto menos con cara de niño que con cara de niño al que le acaban de quitar un caramelo.

En la política, ya se sabe, hay que comerse un sapo cada día. O marchar mundo adelante, a hacer otra revolución.