La Brigada de Extranjería de la Policía Nacional detuvo anteayer a tres personas --entre ellas el dueño del reinaugurado club Papiro-- por explotar sexualmente a una joven rumana en la capital aragonesa. Ayer, tras prestar declaración ante el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Zaragoza, José Ignacio Martínez, todos fueron puestos en libertad provisional.

Asistidos por sus letrados José Luis Melguizo y Olga Oseira, los arrestados negaron las acusaciones de esta mujer e, incluso, el propietario del establecimiento situado en la carretera de Logroño, en Zaragoza, afirmó que ni la conocía y mucho menos que trabajara en el mismo.

La operación policial se produce después de que una mujer interpusiera una denuncia en la Policía. En ella, según pudo saber EL PERIÓDICO, señalaba que estaba siendo explotada sexualmente tanto en los servicios que prestaba en la calle Ramón y Cajal como en el club Papiro.

AMENAZAS

De hecho, aseveró que un amigo de la infancia de Bucarest era el que la obligaba a trabajar en la vía pública y el que estaba compinchado con el propietario del club para que estuviera trabajando casi las 24 horas. Del dinero que ganaba, le quedaba una mínima parte, según denunció.

Todo ello lo hacía, supuestamente, bajo amenazas. Afirmó que no solo la obligaban, sino que también la controlaban. Un papel que recaía en manos de una mujer, la tercera detenida. A pesar de ello, pudo interponer denuncia ante el Cuerpo Nacional de Policía.

Según denunció, la tenían atemorizada con la idea de que tenían muchos amigos policías que les iban a avisar cuando fuera a pedir auxilio y que no le harían casos. De las consecuencias sería ella la responsable.

El club Papiro reabrió recientemente después de años clausurado judicialmente después de una redada. La Audiencia de Cantabria señaló que que en ellos se explota "un negocio que no consta que se halle prohibido por la ley".

Estas detenciones se producen una semana después de que otro juzgado de la capital aragonesa archivara un caso similar a este, que afectaba a otro conocido club, Pavarotti. La denunciante señaló que la tenían retenida en un piso del que solo le dejaban salir para ir al prostíbulo. Dijo que llegaron a introducirle compresas a presión en la vagina para que trabajase con la regla.

Siempre según su versión, ahora invalidada, entre dos hombres y dos mujeres la retenían y vigilaban, pero pudo contar su caso a otras compatriotas, que a su vez se lo dijeron al dueño del burdel. Este le ayudó a escapar.