«No tienen miedo de nada, los chavales jóvenes, de 15 o 16 años, se cuelan dentro del edificio para montarse sus fiestas, sus botellones o lo que sea que hagan dentro por el único hueco que deja el vallado. Y aunque lo sellen lo vuelven a romper». Lo que lleva tiempo ocurriendo con el apartotel de la Expo se ve ya como algo habitual ante lo que poco o nada se ha podido hacer en este tiempo. Su interior es testigo de los destrozos y restos de las juergas que algunas pandillas se han montado dentro, donde han bebido, fumado y, dicen quienes son habituales en el Parque del Agua, «buscan un poco de intimidad».

Así lo explicaban ayer a este diario algunos trabajadores del recinto y vecinos que frecuentan la zona, al tiempo que observan las ventanas apedreadas (otras rotas, directamente), los grafitos en las paredes de una habitación del tercer piso de un edificio que tiene cinco plantas, o las botellas y desperdicios que se acumulan en la que da a la calle.

El daño o la suciedad perjudica a quien lo tiene que arreglar, pero el riesgo al que se exponen los jóvenes, menores en muchos casos, les llama más la atención. «Abrid», aparece pintado en la chapa por la que suelen colarse. Junto a ella, el paso de ladrillo en el viaducto por el que acceden. Apenas palmo y medio de anchura y con casi 15 metros de caída si salen de él.