Los sueños nos definen. Dame el listado de tus sueños y te diré cómo eres. Sin sueños, es decir, sin ilusiones, la vida sería plana y gris. Los humanos siempre esperan, y la ilusión de mejora dispara la acción. De críos, la manera de soñar era la carta a los Reyes Magos. Por cierto, había un maldito pájaro, llamado Pinzón, que contaba mis barrabasadas; me obligó a perfeccionar la puntería con el tirachinas. Al crecer llegó el desengaño de los Reyes. Entonces pasamos al azar de la lotería, cuyo reparto de ilusiones y decepciones llega dentro de cuatro días.

Imagínese que fuera secretario de la diosa Fortuna y estuviera encargado de clasificar las peticiones. Sería como leer el termómetro de los sueños de primera mano. Es lo que intenta el CIS y sus barómetros, pero en abstracto, con lo que no tiene tanta gracia. Seguro que habrá un gran contenedor donde irían las solicitudes de trabajo, ya nadie confía en el INEM. La forma de redactar la petición revela la edad del demandante. Que me llegue una oferta de trabajo cuando se me acabe el subsidio de paro (51 años). Que reabra la empresa, aunque me pague la mitad (59). Un curro, colega, que enfilo los treinta y siete y sigo con mis viejos. Mándame con la lotería un contrato temporal y de mala muerte, tío, que se me ha acabado la pasta que gané de camata de verano (29). Quiero ser interino docente, aunque sea un tercio de jornada y destinado donde Napoleón perdió la corneta (32). Y así, con alguna variante. Los que no tienen trabajo están excluidos del banquete, ay de los parados.

También existe el contenedor de las peticiones fantásticas, el más colorista. A veces llega la petición avalada por una participación de lotería de 5 euros en la panadería del barrio, ¿no se trata de soñar con milagros? Quiero un Ferrari. Que me caiga una porrada de millones y mando a tomar por... a mi jefe. Apartamentos en playa y montaña con sendos amantes. Quiero ser guapo, rico y borde.

El contenedor de la mala baba, el de da- ños a terceros, refleja la frustración reinante. Que se hunda el banco que me concedió la hipoteca. Que reviente la empresa que me mando al paro. Y así. A veces hay solicitudes directamente vomitivas, como el que pide dinero para su hija enferma y esconde la pasta. En alguna ocasión estás clasificando cartas y se te quedan las entrañas heladas: una niña de Alepo dice que dejen de matar, que ya han matado bastante.

Lo que no hace el CIS y sus barómetros, pero resultaría esclarecedor, es hallar el porcentaje de sueños que tienen una solución política, o sea, que son realizables. Lo de Ferraris para todos acabaría siendo frustrante, no por la contaminación y el exceso de vehículos, sino porque si lo tienen todos carece de gracia. Queremos tener más que el vecino.

El mayor agraciado con la rifa de los sue- ños es Hacienda, que se lleva el 30% de lo vendido más la quinta parte de los premios mayores de 2.500 euros. Para que compremos lotería nos envían mensajes solidarios, sonreímos con Carmina que se confunde de fecha, nos alegramos al ver a Justino e incluso fingimos creer que el dueño del bar Antonio le había guardado un décimo premiado a un parado. Va a ser Navidad, tenemos cara de mazapán y so- ñamos. Como dijo el calvo, que la suerte te acompañe.