Una forma de ver Sos del Rey Católico es perdiéndose por sus callejas, que tienen algo de laberinto. Andando al azar por el casco antiguo, van saliendo todos los hitos de la villa donde nació Fernando II de Aragón, el Rey Católico, el 10 de marzo de 1452.

Su madre, doña Juana Enríquez, huía de la guerra en el vecino reino de Navarra, y consideró que Sos, aupada en un cerro fortificado, en la raya de Aragón, era un lugar seguro para dar a luz, pues estaba embarazada.

«El futuro rey no nació casualmente aquí», subraya Sandra Ilarri, que trabaja en la oficina de turismo y enseña el casco antiguo a los turistas. «Su madre, que era muy influyente, consiguió dejarlo bien colocado en la línea sucesoria de la corona aragonesa».

Sos fue Sos a secas hasta 1925. Ese año añadió al topónimo el apelativo del Rey Católico, por el que es conocida desde entonces.

En la actualidad, el palacio de Sada, lugar de nacimiento del artífice de la unión con el reino de Castilla, es un museo sobre la vida del monarca que sirvió de modelo a Maquiavelo en El príncipe.

Está en la parte alta de la villa, que se construyó sobre Peña Felicia, una elevación rocosa dividida en dos promontorios a los que se adaptan las calles y todos los edificios. «Al hacer las casas, en siglos pasados, enseguida se llegaba a la roca, de ahí que muchas de ellas tengan una forma muy irregular», explica Sandra.

Callejeando pronto se descubre la judería. En alguna de sus casas, en el marco de la puerta, todavía se puede ver un hueco en el que se introducía la mezuzá, un pergamino con versículos de la Torá, el libro sagrado de la religión hebraica. En otras, además, se aprecia una cruz gravada en la piedra, que indica que se habían convertido al cristianismo.

El Sos más monumental está un poco más abajo, en torno al ayuntamiento y el palacio de Español de Niño, dos construcciones del siglo XVI, el de mayor esplendor de la localidad fronteriza, que a principios del XX llegó a tener 4.000 habitantes.

Ahora tiene algo más de 600, pero el turismo asegura desde hace años un medio de vida que muchos vecinos combinan con el trabajo en las industrias de Sangüesa, en la cercana Navarra.

La espadaña de la iglesia de San Esteban y la torre del homenaje de un castillo desaparecido dominan el perfil de Sos. Un pasadizo separa la primera del templo de Santa María del Perdón, románico, en cuya cripta se descubrieron hace varias décadas unas pinturas del siglo XIV. «Estaban ocultas bajo una capa de cal y cuentan la vida de la Virgen y de Jesús», señala Sandra, que explica que están tan bien conservadas y tienen tanto mérito, que «muchas personas vienen solo por verlas».

PANORAMA

En la contigua San Esteban, tras admirar su portada románica, no hay que perderse el Cristo del Perdón, una talla del XII, y una pila bautismal con 1.200 años de antigüedad, así como un órgano barroco.

Junto a la torre del homenaje, que se yergue sobre una fortaleza del siglo X, se han realizado excavaciones que han desenterrado un aljibe y un nevero. Desde este punto, que mira a todos los puntos cardinales, se obtiene una buena vista de la sierra de Santo Domingo, del este de Navarra y del valle del Aragón. El embalse de Yesa no se distingue, pero está ahí, entre las montañas del Prepirineo, suavizando el clima, dicen, y haciéndolo más húmedo.

Sos está hecha para mirar a la lejanía, pero también para contemplar su silueta desde lejos. Si se hace desde la llanura, destaca enseguida la estructura del parador nacional, que se inauguró en 1975 e inmediatamente se convirtió en el motor turístico de las Altas Cinco Villas. Hoy en día, la localidad ofrece 17 alojamientos turísticos y ocho restaurantes que han abierto al calor del creciente éxito de la patria chica de Fernando II de Aragón, sobre todo desde que en 1968 fue declarada conjunto histórico-artístico.

Sorprende agradablemente que en Sos no haya tiendas de souvenirs. «Las que hay venden productos de la zona y artesanía local», afirma Merche Zorroza, teniente de alcalde.

Esa ausencia de comercio turístico preserva el aire austero y medieval de las calles. Por ello la modernidad de Sos hay que buscarla en otros aspectos. En el hecho de que, pese a su pequeño tamaño, cuente con un centro de salud, con una farmacia y con un banco. Los vecinos están además orgullosos de su colegio, otro edificio singular, situado en la plaza de la Villa, centro neurálgico de la monumental población prepirenaica.