Cuando Teodoro León Gross, Agustín Rivera y yo pensamos en un congreso en Má- laga para este octubre del 2017 dedicado al periodismo en crisis y en tiempos de crisis enseguida surgieron temas, asuntos, fórmulas, o estilos periodísticos que habían emergido o cobrado fuerza en España desde el 2008.

Una crisis que nació financiera y global y que hoy se ha transformado en social. Periodismo de investigación y de datos o un periodismo narrativo o literario, que parece que va cobrando fuerza, pese a todo.

Pero también teníamos cierto temor a que la idea de crisis lo empapase todo de tal modo que cada mesa de debate fuera un lamento centrado en las dificultades económicas, en la precariedad. Que nos enrocásemos en ella sin atender a las oportunidades, al desarrollo tecnológico, a la concienciación social y al compromiso periodístico con la verdad, que también ha supuesto esta etapa. Un compromiso que surge de la necesidad de reinventarse y de reflexionar sobre el sentido de este oficio. Ahora bien, con lo que desde luego no contábamos es con que un asunto político, como el «conflicto catalán», pudiera acaparar toda la atención y oscurecer el resto de la realidad social. Un conflicto importante pero no lo único importante.

Supongo que a veces se pierde el foco cuando se trabaja día a día en periodismo de investigación y en reporterismo literario y crónica; en periodismo de inmersión. Pero la fuerza arrasadora del periodismo político de siempre, que lo invade todo, pone más en evidencia la fragilidad y la escasa visibilidad de las realidades que aborda el periodismo narrativo, que atiende a los márgenes y se sumerge en los relatos de vidas humanas.

Cuando vuelvan a decir que la crónica está de moda y que se lee y se atiende con interés por favor soltad una carcajada. Se trata de realidades invisibles por diversos motivos, y desde luego uno de ellos tiene que ver con la falta de recepción.

Sin embargo, muchos seguimos ilusionándonos y considerando fundamental estas apuestas narrativas. Este periodismo que responde al modus operandi, (y en ocasiones hasta al modus vivendi) de algunos cronistas, que además de observar, conocer e informar, anhelan interpretar y reconstruir una determinada realidad. Inmersiones periodísticas que van más allá de la observación. Que pasan por experimentar, por sumergirse en un territorio para poder interpretarlo y contarlo adecuadamente. Reporteros en el trabajo de campo y escritores frente al ordenador, dice Martín Caparrós. Narradores de historias que buscan en la retórica o en la poética las herramientas pertinentes para reconstruir una escena, contarnos una historia, conmovernos, mostrarnos la complejidad del ser humano... Periodistas comprometidos con la palabra, que es mucho decir, si lo pensamos despacio, porque estar comprometido con la palabra viene a ser estar comprometido con la verdad, con el retazo de verdad que cada cual puede atisbar tras un proceso arduo de documentación y reporterismo.