Las familias de Mercedes Lázaro San Miguel y de Eva María Aznar Morenilla, las dos jóvenes zaragozanas asesinadas brutalmente en 1992, ya conocen quién fue la persona que se las arrebató de sus vidas. Después de 26 años sin estar resueltos estos dos crímenes, el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón ha llegado a la conclusión de que la autoría corresponde a la misma persona: Malcom Harvey, un militar que en aquel momento estaba destinado en la Base Americana de Zaragoza y que regresó a su país tras los hechos. Era el hijo de un teniente coronel de la Fuerza Aérea Estadounidense (USAF) y su nombre estuvo presente en la causa desde el inicio, pero no se le pudo cercar por falta de pruebas. Ahora tampoco podrá dar explicaciones ante la Justicia española puesto que murió de cáncer.

Los investigadores volvieron a estudiar este caso, después de que el titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza, Rafael Lasala, decidiera reactivar la investigación el pasado año, ya que el delito iba a prescribir. Era el último cartucho antes de que estos crímenes quedaran sin resolver. Fue a petición de la familia de Mercedes Lázaro San Miguel, la joven que fue asesinada la víspera de la Cincomarzada del 92 en el interior del garaje de su domicilio, en la calle Fueros de Aragón, 7-9.

FETICHISMO

De la mano de la Brigada de Policía Científica y de los especialistas del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), el Grupo de Homicidios decidió investigar por separado ambas muertes de cara a determinar si existía un mismo modus operandi y si había algún tipo de firma de autor que los relacionara. Rápidamente destacó un detalle: los zapatos de Eva María no estaban y los de Mercedes estaban colocados de forma especial.

Un descubrimiento que, según fuentes consultadas por EL PÉRIÓDICO, era toda una novedad, puesto que hasta este momento no se había podido determinar el móvil de los crímenes y podría apuntar a un tipo de fetichismo. Sus cadáveres fueron hallados sin ningún signo de haber sido agredidas sexualmente y tampoco les habían robado sus joyas o la cartera.

De hecho, según consta en la investigación, Malcom Harvey, supuestamente, seleccionó a sus víctimas con unas características de aspecto físico muy determinadas: rubias, jóvenes y de altura media. Que estuvieran solas en el momento de ser atacadas también fue un elemento fundamental para llevar a cabo estos brutales crímenes.

Un dato que permitió a la Policía determinar nexos en común, si bien pudieron dar un paso más, allá de la mano de tres forenses zaragozanos, José Manuel Arredondo, Salvador Baena y Paulino Querol, quienes llevaron a cabo una técnica jamás empleada en el esclarecimiento de un crimen en Zaragoza. Recopilaron todas las fotografías realizadas a los cadáveres, realizaron negativos de las mismas y con un sistema informático las interpusieron para comparar. El resultado fue que la forma empleada para atacar a Mercedes y Eva María era también la misma. Otro elemento que relacionaba ambos crímenes.

MATA LEÓN

La forma de estrangularlas fue una derivada de la llave conocida como mata león, extendida en algunas ciudades españolas para robar a viandantes a los que dejan inconscientes, pero más agresiva. A Mercedes y Eva María el autor las abordó por detrás, colocó su brazo en el cuello y con la mano que le quedaba libre les hizo una especie de pinza en su mandíbula. En esa posición en las que la dos muchachas veinteañeras no podían ni pedir ayuda ni zafarse de su agresor, el individuo, que estaba detrás, les giró el cuello y las noqueó. La única diferencia es que a una la atacaron por la derecha, mientras que a la otra fue por la izquierda.

Para concretar el tipo de técnica empleada por el sospechoso, el Grupo de Homicidios pidió la colaboración de cuatro especialistas en diferentes artes marciales y de otro experto en la materia, el coronel de Infantería Carlos Alba, jefe del Órgano de Apoyo al Comandante Militar de Zaragoza y Teruel. La conclusión a la que llegaron todos ellos es que la llave empleada correspondía a la misma persona y que la técnica era tan mortífera que en España no se enseñaba ni en el Ejército. Por el contrario, en las Fuerzas Armadas americanas sí se empleaba en un determinado estatus al que pertenecía, según la investigación, Malcom Harvey. A diferencia de los avances tecnológicos que ayudaron de forma importante en la resolución de estos casos, el Grupo de Homicidios tuvo mayores complicaciones con la toma de declaraciones de testigos. Muchas personas ya habían muerto o ya no se acordaban de determinados detalles, después de 26 años.

No obstante, la toma de declaraciones que hicieron en la época sus antecesores les sirvió de fuente para acumular más pruebas en contra del principal sospechoso. Uno de los testimonios con los que trabajaron fue el que ofreció un hombre en el asesinato de Eva María Aznárez (el 16 de abril de 1992) en una urbanización de la calle Gómez Laguna. Esta persona señaló que era un hombre alto, fuerte y de raza negra. Asimismo, junto al cadáver apareció una medalla.

Unos detalles que llevaron a la Policía a contactar con varias personas que coincidieron con Malcom Harvey en la Base Americana de Zaragoza. Estos señalaron que habían visto el colgante, pero no pudieron determinar con exactitud a quién pertenecía. Lo que sí confirmaron es que fue adquirida en Comiso (Sicilia), lugar en el que, casualmente, estuvo destinado previamente Malcom Harvey.

Todos esos indicios llevaron a los investigadores a la conclusión de que el joven americano de 22 años del que se sospechó cuando se produjeron los crímenes era el supuesto autor. Cuando pidieron ayuda al FBI y realizaron indagaciones para saber dónde estaba viviendo descubrieron que había muerto meses antes de un cáncer. El Grupo de Homicidios no tiene ninguna duda de que si no llega a irse a EEUU, Malcom Harvey se habría convertido en un asesino en serie en Zaragoza.