Las estaciones de esquí del Pirineo y Teruel empezaron ayer, tardíamente, la campaña invernal y registraron una gran afluencia de esquiadores más ansiosos que nunca de practicar su deporte favorito. La escasez de nieve que ha caracterizado el mes de diciembre y las tres primeras semanas de enero hacían temer lo peor, pero finalmente el elemento blanco ha descargado con fuerza y ha permitido abrir, de momento, 230 kilómetros en las estaciones aragonesas.

La nieve caída la pasada semana ha ido bien para todas ellas, en especial para la de Panticosa, que ayer abrió sus puertas por primera vez esta temporada y recibió a centenares de aficionados.

La buena noticia es que la nieve no parece que vaya a faltar en adelante. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha anunciado que habrá precipitaciones los cuatro primeros días de la semana, lo que facilitará consolidar el territorio ya nevado y ampliar el número de kilómetros esquiables. En la actualidad, en las cotas más altas la capa de nieve alcanza un grosor de un metro, pero en las zonas más bajas e intermedias el espesor es mucho menor.

El anuncio de nuevas nevadas ha devuelto la confianza al sector hotelero, que vivió unas Navidades muy flojas, con índices de ocupación en torno al 50% a causa de la escasez de nieve.

Esa situación ha supuesto un varapalo para la economía de los valles pirenaicos y también para las estaciones de esquí de Valdelinares y Javalambre, en la provincia de Teruel. Con todo, no se trata de una situación extraordinaria. Pese a que no es infrecuente que las pistas de esquí abran coincidiendo con el puente de la Constitución, no tiene nada de extraño que llegue enero y no haya apenas nieve, bien porque no ha nevado anteriormente o bien porque las lluvias o un tiempo excesivamente benigno han provocado que las reservas se fundieran.

Según algunos expertos, la sombra amenazadora del cambio climático está detrás de esta maldición. Pero lo cierto es que, según apuntan los registros sobre fenómenos atmosféricos, ya en la década de los 60 del pasado siglo hubo inviernos en los que apenas nevó en el Pirineo aragonés. La diferencia es que entonces apenas se había desarrollado el sector del esquí.