El problema no es nuevo y bien podría ser la crónica de una muerte anunciada. Años llevan los vecinos de La Jota reclamando al Gobierno de Aragón la construcción de un nuevo centro de salud en el barrio, pero va a terminar esta legislatura, otra más, y empezará la siguiente con el mismo problema en la instalación: falta de espacio en el edificio y muchos pacientes asignados a un ambulatorio que nació para atender a 17.000 personas y, actualmente, acoge a unas 35.000. «Esto es una barbaridad. Va a ser un desastre si no se toman soluciones», asegura Andrés Pinilla, presidente de la Asociación de Vecinos La Jota.

El colectivo ha dicho basta, ayer celebró una asamblea y no descartan movilizaciones ante la «pasividad» de la Administración, «sea del color que sea», dice Pinilla. «La población ha ido evolucionando, creciendo durante 20 años, y ahora nos encontramos con un barrio Jesús que presenta nuevas construcciones y, obviamente, mas vecinos. Todo eso un centro de salud no lo puede soportar», reitera Pinilla.

Lo que pasa en La Jota viene de lejos, pero se está empezando a reproducir ya en Torrero, donde también se ha lanzado una llamada de socorro a la DGA. Allí, la llegada de los vecinos de Parque Venecia (sin centro de salud) ha saturado el edificio y, especialmente, se dan problemas en las consultas de pediatría. «Son vecinos nuevos y jóvenes, con niños, y eso repercute en las esperas y en la necesidad de contratar más personal», aseguraba ayer una vecina a la salida del médico.

RETRASOS

Tanto en La Jota como en Torrero los pacientes denuncian esperas de hasta dos horas para entrar en la consulta y, a la hora de pedir cita directa con el médico de cabecera, lo «habitual» son dos o tres días de demora. «Y lo mejor es pedir a primera hora, porque como tengas la consulta a las 11 o 12 ya sabes que no te vas a ir a casa hasta la hora de comer», contaba otra residente en Torrero.

Lo cierto es que en las inmediaciones del centro de salud Torrero-La Paz no se veía ayer mucho ajetreo de pacientes a eso de las 13.00 horas. Dentro, sin embargo, numerosas personas esperaban ser atendidas en las consultas. «Tenía a las 11.30 horas y me han cogido a las 13.30 horas. Únicamente venía a recoger un parte de alta médica y he tenido que esperar dos horas», señalaba Teresa Carmona.

«No es la primera vez que me pasa, es algo habitual. Yo resido en Parque Venecia y, al no tener centro de salud, venimos aquí. La atención es muy buena, el médico te dedica tiempo y eso se agradece, pero es evidente que hay un problema de saturación y de mucha gente», añadía la joven.

En el caso de Torrero se ha encontrado con una población joven, la de Parque Venecia. Sin embargo, en La Jota se atienden a grupos de edad muy variados: los residentes de entre 55 y 60 años y, por otro lado, los habitantes del barrio «de toda la vida», más mayores, según el presidente de la asociación vecinal, Andrés Pinilla. «A estos se suman los nacidos a partir de los años 90, que ya tienen críos», dice.

El centro de salud del barrio Jesús solucionaría el problema, pero este todavía está en tramitación y no hay plazos para su construcción. «Creíamos que tendríamos una partida de 50.000 euros, en los presupuestos del 2018, pero finalmente no ha habido dinero, el año se ha perdido y llegarán más vecinos. Va a ser un desastre», insiste Pinilla.

'FUGA0 DE FACULTATIVOS

Más allá de las quejas ciudadanas, tampoco el personal sanitario de La Jota y Torrero atraviesa su mejor momento. «Hay mañanas muy complicadas. Los retrasos se empiezan a acumular y te desbordas. Nosotros queremos y debemos dedicar un tiempo considerable al paciente; no se puede dar una asistencia rápida de trámite ni tampoco dejar de citar. Las agendas hay días que asustan», comentaba un sanitario de Torrero que prefiere mantener el anonimato. Esa sensación de agobio también la percibe el paciente. «Tienen paciencia, pero se les ve con hartazgo», añadía una vecina.

Esa sensación de agobio también lleva al personal a buscar una salida en cuanto tiene oportunidad. En este sentido, en La Jota «más de una tercera parte» de los facultativos se han ido. «Cuando ven opción de cambiar de destino, tal y como ocurrió en octubre, se van. Están aborrecidos y esto ya no da más de sí», asegura Pinilla.

«Aquí somos clase media baja, por así decirlo, no nos podemos permitir un seguro privado y tenemos que acudir a la sanidad pública. Estamos dispuestos a movilizarnos por una mejora de los servicios, con más instalaciones y personal. Lo que no puede ser es acudir a un centro saturado y jugarse la salud», añade.