Sin excesivo ruido y con las puertas teóricamente abiertas al diálogo, Arturo Aliaga dejó ayer embocado un futuro Gobierno de Aragón formado por el PSOE y Ciudadanos, al rechazar apoyar cualquiera de las dos grandes alianzas, por la izquierda o por la derecha, que le tendrían como actor decisivo. Una opción rojo anaranjada, la más «lógica» para el presidente del PAR, que le puede honrar como estadista en cuanto a favorecer la gobernabilidad de Aragón pero que estratégicamente parece desastrosa, porque ambas formaciones, como él mismo admitió, no necesitarían al PAR para nada. Aun así, considera que uniéndose a ellos podría «aportar más que restar».

Esta fue la clara opinión de Aliaga, que en su partido, sin embargo, no parecen compartir. De hecho, fuentes del PAR se mostraron sorprendidas con las declaraciones de su líder porque en la reunión previa a estas, afirmaron, no se acordó ninguna postura ni preferencia para negociar.

En cualquier caso, con esta postura Aliaga truncaba la posibilidad de que Beamonte pueda ser el próximo presidente de Aragón, tras renunciar a cualquier acuerdo con la derecha en el que se incluya a Vox, partido que es totalmente contrario al «ADN» de la formación aragonesista y que se presenta como necesario para un pacto de Gobierno impulsado por el PP. Aliaga, se mostró muy claro. «Es kafkiano plantearle al PAR que entre en un Gobierno con Vox», afirmó de forma tajante tras la primera reunión poselectoral de la comisión permanente, que será la negociadora.

También consideró «kafkiana» la posibilidad de abstenerse en la investidura de un posible Gobierno PP-Cs-Vox porque no está dispuesto a meterse «en un Gobierno donde todas las políticas dependan de estos señores», en referencia a los ultraderechistas. «El coto hay que utilizarlo con talento», resumió.

Crítico con que las negociaciones las dirijan desde Madrid, para Aliaga, la «lógica» invita a que sean PSOE y Cs los que alcancen un acuerdo de Gobierno. Admitió que en este caso el PAR sería «absolutamente» prescindible, ya que ambas formaciones sumarían lo suficiente como para no depender de más partidos, pero no cerró la puerta a un tripartito. «Si se me proponen algo puedo aportar más que restar», aseguró, a expensas del proyecto que presentasen para Aragón y siempre que no tuvieran que renunciar a los principios de su formación, que repitió varias veces.

Por ejemplo, no aceptaría que se plantease un trasvase del Ebro, exigiría la supresión del impuesto de sucesiones y que se respetasen los acuerdos con Madrid. Se tratan de algunas de sus líneas rojas, a las que se sumarían su defensa férrea de las competencias y el Estatuto o de las comarcas y los municipios (en alusión directa a Cs).

Ayer quedó claro que Aliaga no apoyará un Gobierno en el que entre Vox, pero tampoco está muy dispuesto a ponerle las cosas fáciles a uno que esté formado por los partidos de izquierdas. Aunque le parece «kafkiano», especialmente por la presencia de Podemos, con el que tiene «líneas muy rojas», no se mostró tan tajante sobre esta vía como sobre la derecha. Tras cuatro años donde las formaciones de izquierdas no han sabido ponerse de acuerdo, según Aliaga, explicó que su único papel en una mesa a cinco sería el de ejercer de «catalizador».

Si al presidente del PAR no le convence el pentapartito con la izquierda, ayer IU dejó claro que a ellos, tampoco. Al menos, el coordinador general de la formación en Aragón, Álvaro Sanz, afirmó que no se sentará en una mesa de negociación a cinco. La formación hizo un llamamiento a Lambán para que se posicione y trate de alcanzar acuerdos. «Le corresponde decidir si quiere mirar a la izquierda o pactar con Cs», afirmó Sanz.

Tras admitir que los resultados electorales habían sido malos para IU y, en general, para los partidos del cambio, explicó que sí están dispuestos a facilitar una investidura de izquierdas. «Vamos a trabajar por la opción política que sea mejor para Aragón, que las derechas no gobiernen en aras de las fuerzas de izquierda», explicó poniendo como condición que en ese acuerdo no entre el PAR.

Mientras, el PP constituyó ayer su propia comisión negociadora para los pactos en Aragón, que comenzará a trabajar el lunes, según detalló el presidente autonómico del partido, Luis María Beamonte, tras la celebración de su comité de dirección. La comisión, coordinada con la nacional, en la que está presente el zaragozano Javier Campoy, la constituyen la portavoz Mar Vaquero; el secretario de Organización, Antonio Romero y el vicepresidente autonómico, Joaquín Juste.

Beamonte comenzará las conversaciones con Ciudadanos, y las abordará con todas las formaciones «del centro-derecha», en las que incluye a Vox, según expuso ayer. Considera que tiene que cumplir «el mandato de las urnas» de intentar conformar «un Gobierno alternativo» al de la izquierda. Su idea es no alargar las conversaciones más allá «del 11 o 12 de junio», aunque admitió que no las tiene todas consigo.

La baza de los populares para la negociación, según Beamonte, son «las coincidencias programáticas, en fiscalidad, economía, Estado del Bienestar o despoblación» que tienen los partidos de derechas. Aun antes de conocer la contundente posición inicial del PAR respecto a un cuatripartito (la reunión del PP fue por la mañana, la del PAR por la tarde), Beamonte ya admitía que habría que limar asperezas entre los socios, para lo que quiere aplicar «prudencia y generosidad».

Salvo la habilidad negociadora que puedan demostrar los populares, el protagonismo recae ahora en el ganador de las elecciones, el PSOE, y los terceros, Ciudadanos, que precisamente ayer no dijeron esta boca es mía respecto a conversaciones en Aragón.