Es la presidenta de la Asociación para el Diálogo Interreligioso e Interconviccional en Aragón (ADIA). La entidad celebra este lunes su tercer encuentro anual, a partir de las 17.00 horas, en el centro Joaquín Roncal de Zaragoza.

—En una sociedad cada vez más materialista, ¿todavía tiene cabida la religión?

—Es precisamente ese excesivo materialismo, utilitarismo y pragmatismo de las sociedades actuales el que está provocando, como efecto rebote, un creciente interés por la dimensión espiritual del ser humano. Lo que también ocurre ahora mismo es que las personas que viven la religión o se acercan a cualquier tipo de espiritualidad ya no lo hacen de una forma social y culturalmente impuesta, sino de un modo mucho más libre, personal y comprometido.

—¿Qué puede aportar lo espiritual al mundo para hacerlo mejor?

—Las diferentes tradiciones religiosas y espirituales, así como también las demás cosmovisiones filosóficas, poseen un potencial ético transformador de la persona y por ello, de la sociedad y del mundo en el que vivimos. El trabajo constante de todas las creencias y convicciones, religiosas o no, es el de intentar vivificar esos valores éticos. Se trata de traducir esas creencias en actitudes y comportamientos de vida que generen cambios relevantes en nuestro entorno. La esperanza de otro mundo posible construido a partir de valores de justicia social está presente en toda espiritualidad.

—¿Cuál es la clave para que sea posible y enriquecedor el diálogo entre credos?

—En ADIA desde el primer momento lo tuvimos muy claro: el respeto. Todos los años celebramos el Día Internacional contra la Intolerancia y lo hacemos bajo el lema Unidos por el respeto; desde la diversidad de creencias el encuentro sólo se hace posible en valores de igualdad, no discriminación…desde ellos se puede dialogar y construir, desde el fundamentalismo excluyente sólo se llega a la confrontación.

—Y agnósticos, ateos y escépticos, ¿qué papel pueden jugar?

—Uno muy importante, el de trabajar en cohesión social todos juntos. Estamos hablando de un mismo derecho para todos: el de la libertad de conciencia. Nos sentimos contentos de compartir espacio con no creyentes y agnósticos. Es la forma de evitar la fragmentación social entre creyentes y no creyentes, que sería de todo punto un sinsentido. En ADIA no sólo hablamos de encuentro Interreligioso sino también Interconviccional.

—¿Todas las profesiones de fe se comportan igual cuando se sientan a hablar?

—Los credos no son fórmulas matemáticas. Dentro de cada uno de ellos hay personas distintas, talantes y sensibilidades diferentes. La asociación ha tenido la suerte de que participen en representación de la diversidad religiosa aragonesa personas de profundas convicciones, comprometidas con el diálogo y siempre abiertas hacia el otro.

—En el Encuentro van a hablar de derechos humanos, ¿cómo pueden mejorar mirando hacia las religiones?

—Nuestra propuesta es que la ética laica de mínimos y de base política se pueda ver enriquecida por una de máximos que todas las espiritualidades contienen. Hacemos referencia a las obligaciones éticas no exigibles jurídicamente como son los deberes de amor, de bondad, de compasión… que satisfacen los llamados bienes de gratuidad. Estos bienes son difícilmente exigibles a las estructuras humanas pero son necesariamente reclamables a la humanidad.