Valentín Matilla, el zaragozano de 53 años que murió tras ser agredido por un joven el 22 de diciembre del año pasado, podría haber vivido. Así lo señalan los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) en la ampliación del informe de autopsia en el que señalan que sus lesiones se agravaron hasta el fallecimiento por no haber sido asistido sanitariamente. La víctima, tras la agresión, rechazó ser trasladado a un hospital, tal y como le propuso el personal de la ambulancia del 061.

En el informe de autopsia, los especialistas del IMLA señalan que «evolucionó de forma lenta desde la hora del traumatismo hasta su muerte y supone que, a pesar de ser de una extrema gravedad, debido a su lenta evolución, hubiera sido tributaria de tratamiento médico mejorando el curso del proceso». Resaltan los forenses que, además del traumatismo craneoencefálico, el cadáver presentaba una fractura del hueso temporal derecho, situado en la cabeza, que aparecía «muy adelgazado». «Esto implicaría que con traumatismos de menor entidad se puede producir fracturas óseas», añaden.

CONSUMO DE ALCOHOL

Por otro lado, la autopsia revela que la víctima habría realizado un «consumo importante del alcohol capaz de modificar tanto su estado físico como psíquico en el momento del accidente».

El agresor, L. J. R. H., de 23 años se encuentra en libertad provisional por decisión del titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza quien justificó su decisión, asegurando que no puede compararse este caso con el protagonizado por Rodrigo Lanza, conocido como crimen de los tirantes.

L. J. R. H. declaró ante el juez, asistido por su abogado José Cabrejas, que eran las 21.30 horas del 22 de diciembre cuando estaba con su familia en la terraza de la cervecería Capricho, en el barrio del Actur, porque estaban celebrando que les habían dado la noticia de que iban a ser padres. «Vi que una persona le faltaba el respeto a otra, que es discapacitada, e incluso le tiró un botellín de cerveza», señaló, mientras destacó que en ese momento tanto él como más gente le dijeron que «lo dejara en paz». La respuesta de Valentín, según el imputado, fue la de «gritar a todo el mundo, se quitó la chaqueta y les dijo que le daba igual ocho que 80». «Fue agarrado por bastante gente», apostilló.

Tras ese primer incidente Valentín se tranquilizó, aunque «volvió a alterarse poco a poco». «Cogió botellines, amenazando a todo el mundo, mientras decía que estaba más loco que nadie», recordó. Entonces «vino hacia mi mesa, retiré a mis hijos de allí, llegándose a caer sobre el carro de sus hijos». «Aparté a mi mujer, que está embarazada y le di un empujón en el pecho para proteger a mi familia y cayó sobre el suelo», aseguró. Preguntado sobre si le había dado algún puñetazo, tal y como señalan unas amigas de la víctima, este joven insistió en que no, «que solo quería quitárselo de encima». «Inmediatamente dije que había que llamar a una ambulancia, siendo mi mujer y mi cuñado quienes le sentaron en una silla de la terraza y hasta le dieron agua», detalló.