Las unidades de cuidados intensivos se han convertido estos días, más que nunca, en los principales escenarios donde se libra la batalla más importante contra el coronavirus: la de salvar la vida. Al trabajo pulcro y preciso que requieren a diario estos espacios se suma ahora el de unas medidas de seguridad que se extreman para evitar los contagios y también el acérrimo deseo de que los recursos y los materiales no falten. Las ucis se han convertido en la zona dramática del virus. «Están siendo momentos muy duros, pero mi sensación es la de que vamos todos a una», confiesa Raquel Montoiro, médico intensivista y que ha sido designada como coordinadora autonómica de las ucis en Aragón durante el tiempo que dure el estado de alarma por la crisis sanitaria del coronavirus. Montoiro es también la responsable de trasplantes en la comunidad.

Una cama uci es aquella que dispone de un respirador y de un monitor que mide continuamente las constantes del paciente como son la tensión, el oxígeno o la frecuencia cardiaca. Con estas características, el sistema sanitario público aragonés dispone de 147 camas para adultos, a las que habría que sumar las 14 del hospital Militar y de la Mutua de Accidentes de Zaragoza (MAZ) y las 18 de las clínicas privadas. «En estos momentos contamos con 180 camas uci reales, es decir, con respirador», cuenta Montoiro.

A parte de estos recursos, en las ucis se mantienen las camas sin respirador que pueden acoger a otro tipo de pacientes. El tope máximo de camas uci que Aragón puede habilitar oscila alrededor de las 350 y, en el momento en que estas estén ocupadas en todos los espacios habilitados, se pasará a la siguiente fase: trasladar pacientes a los hospitales de campaña.

Respiradores, algo vital

Para alcanzar esa cifra, desde la Administración se está haciendo acopio de todos los respiradores disponibles en lugares como Motorland, la plaza de Toros de Zaragoza o clínicas privadas que no tienen uci, pero sí respirador. «Incluso nuestros técnicos están trabajando día y noche para arreglar y poner a punto aparatos de estas características que habían quedado obsoletos pero que todavía funcionan. Estamos en disposición de aportar ya mismo, si fuera necesario, 70 camas más», indica Montoiro. También se está en contacto con varias empresas para la fabricación y adquisición de nuevos materiales. «Para un paciente que no puede respirar, principal afección provocada por el coronavirus, es algo fundamental. Claro que nos preocupa que se nos pudiera presentar un escenario de escasez, pero para eso estamos trabajando con previsión», dice la responsable.

Equipos de protección

Respecto a cuándo llegará ese pico de ocupación, la coordinadora prevé que sea entre la semana del 30 de marzo y el 5 de abril. Entre sus funciones está la de derivar pacientes al servicio más descongestionado, equilibrar recursos y decidir qué pacientes irán a los hospitales de campaña. «Confío en la colaboración y el trabajo de todos», remarca.

Las jornadas del personal de uci son maratonianas estos días. «La carga asistencial es altísima», dice Montoiro. Aragón cuenta con cerca de 100 médicos especialistas en Medicina Intensiva, más numerosos facultativos de otras especialidades y unos 400 enfermeros formados y preparados para atender a pacientes de uci. «También a auxiliares de enfermería y a celadores con menos experiencia se les está dando formación por si en un momento de necesidad sepan cómo hacerlo», dice. Los equipos de protección individual (EPI) se han vuelto más vitales en la uci y se han aireado críticas por la escasez de material. «Hay suficientes, pero es cierto que, por decirlo de algún modo, los tenemos controlador bajo llave para que se haga un uso correcto de cada uno de ellos», explica.

La comunicación con las familias del paciente que está en la uci se hace vía telefónica y, habitualmente, dos veces al día: por la mañana y por la tarde. Para acceder al lugar donde está el enfermo, los sanitarios deben protegerse con los EPI («cuesta mucho vestirse porque el traje es farragoso», dice Montoiro) y equiparse con guantes, mascarillas y gafas. «Lleva su tiempo, pero lo más importante es desvestirse bien. Cuando el profesional sale se dirige a la zona que se llama de exclusas, habilitada para este momento, y con mucho cuidado se va quitando el material. Es vital este apartado porque es cuando más riesgo a la infección hay», señala la coordinadora, preocupada por la alta incidencia de contagios entre los sanitarios. «Hay que extremar al máximo el cuidado de los pacientes, pero también la protección», reitera.