Los funcionarios han ido regresando a sus puestos y se van habituando a las nuevas rutinas que marca la desescalada. La mayoría tampoco ha estado inactiva durante este periodo de confinamiento (desde luego, no los sanitarios ni las Fuerzas de Seguridad), pero «lógicamente con mucho menos volumen», explica Eduardo Gracia, jefe de negociado de Provisión en la DGA, cuyo departamento se encarga, entre otros asuntos, de la gestión de los interinos.

El departamento es un buen ejemplo de las medidas de seguridad que el Gobierno de Aragón está implantando en las diferentes áreas. De sus 17 integrantes (dos de baja), uno teletrabaja a tiempo completo y el resto se han dividido por turnos, de forma que un día trabajan presencialmente y otro desde casa. Lo que ayuda a mantener la distancia de seguridad de dos metros entre los puestos.

«Al principio cuesta», reconoce Gracia, acostumbrados al trabajo presencial. «Pero la verdad es que el trabajo sale, nos conectamos al ordenador del trabajo y la verdad es que se puede hacer prácticamente todo. Hemos tenido que organizar carpetas para que todos podamos acceder, y comunicarnos por WhatsApp, pero el trabajo sale», explica.

El departamento conlleva abundante atención, y además de mascarillas o gel, han habilitado una mampara en la sala para poder atender presencialmente con mayor seguridad, por supuesto con cita previa, «que aquí ya la había».

Gracia incide en la cantidad de pequeños detalles que la situación ha obligado a repensar. «Por ejemplo, dónde se sienta el que viene, más alejado de la puerta, por si nosotros tenemos que ir a buscar algún documento. O mover los puestos más cercanos a la fotocopiadora, al ser una zona más común», explica.

A quien desde luego no le ha faltado trabajo durante la pandemia es a Ana Ferrer, del departamento sanitario del Pignatelli. Se han tenido que encargar de la organización de residencias, que a la postre han sido «como pequeños hospitales», y, junto a Riesgos Laborales, han tenido que elaborar el plan de seguridad para todos los puestos de la Administración y los informes de vulnerabilidad -que, según los sindicatos, han solicitado más de 700 empleados por diversas causas-. En definitiva, «jornadas maratonianas», de lunes a sábado, con más de medio centenar de pruebas al día y visitas a puestos de trabajo.

Todo entre cinco médicos y cuatro enfermeras, ahora con refuerzo, aunque uno de baja y otro con conciliación. Pero en lo que más incide es en los cambios de normativa. «El problema ha sido que nadie entendió la dimensión de esto, y los criterios del Gobierno central cambiaban mucho. Salías de una reunión para fijarlos y ya habían cambiado. La fijación de los mismos fue lo que más costó, y los teníamos que ir aplicando a medida que salían», explica.

La situación es ahora más estable, y Ferrer no percibe excesivo miedo en los funcionarios, no más que la «población en general. Al final nosotros tampoco estamos en primera línea», se resta importancia.

No solo los funcionarios autonómicos han vuelto al trabajo. En la Administración General del Estado también han regresado a la actividad, igualmente con medidas especiales. Según informó el Ministerio de Política Territorial, ayer mismo, de los 5.740 empleados en Aragón, 2.664 se han incorporado de forma presencial y 2.626 en no presencial. Entre los primeros está Rafael Navallas, jefe de servicio en la Oficina de Atención al Ciudadano en la Delegación del Gobierno de España en Aragón. Desde el lunes reabrieron las oficinas de atención, aunque ellos ya trabajaban, y la atención telefónica se ha multiplicado ante las dudas de la gente, inquieta por la situación y sus trámites. «les recordábamos que los plazos estaban suspendidos, que no se preocuparan».

Ahora les toca volver a atender, aunque de forma «peculiar», con cita previa. «Antes éramos como el comodín de la Administración, donde venía la gente a hacer cola, pero ahora tienen que pedir cita, de forma que si antes podían pasar 3oo personas al día, ahora son 100», explica. «Pero se anunció debidamente y funciona bien».

Así lo confirma la ordenanza Ana Sanz. Aunque hay «mucha gente que acude sin cita», se les explica y, «en general, se lo toma bien. Hay que ser estrictos porque si no es imposible mantener la distancia de seguridad», que también han garantizado con las pertinentes mamparas.

En cualquier caso, Navallas admite que hay cierta manga ancha con los colectivos menos acostumbrados a la cita telemática, como los más mayores. «Si no saben cómo se hace, se la gestionamos nosotros, y les damos un resguardo o se la mandamos al móvil para que no lo olviden», explica.