Los días pasan y, afortunadamente, después de tres meses de incertidumbre e inquietud parece que la cresta de esta crisis sanitaria la hemos superado. Sanitaria, no económica. La crisis económica solo ha empezado a mostrar las primeras señales a través de las cifras del paro o los datos de destrucción de negocios de trabajadores autónomos.

Nadie duda de que la salud de las personas es la prioridad y que todas las medidas deben encaminarse a este objetivo. Pero ahora es la salud de las empresas, especialmente la de pymes y autónomos, la que está muy delicada. Esta pandemia ha cobrado una factura muy elevada a los pequeños empresarios y muchos de ellos se encuentran ahora en situación angustiosa, muy necesitados de aliento por parte de las administraciones públicas.

Las pymes y los autónomos han sido los que han abierto para que pudiéramos comprar alimentos y medicinas, los que no encontraban equipos de protección para poder hacer su trabajo o los que han estado colaborando y fabricando material sanitario de manera altruista para proteger a la sociedad. Y, sin embargo, a todos ellos no se les ha apoyado como debería.

Bien en cierto que nadie podía prever una pandemia, ni nadie tenía experiencia para saber cómo gestionarla, pero la improvisación como política nunca es buena para la economía y mucho menos para un tejido empresarial que está formado principalmente por pymes y autónomos cuya piel, habitualmente, ya es muy suave ante cualquier pequeña alteración. No se pueden anunciar medidas un sábado por la mañana y no publicarlas hasta las doce de la noche del domingo, provocando confusión máxima y sembrando la fundada sospecha de que el tiempo se ha perdido en discusiones partidistas que a nadie importan en momentos como los vividos.

Triste espectáculo

La situación que hemos pasado no debería haber sido el leit motiv del espectáculo ofrecido por la clase política sino la razón para demostrar cuán cerca está de los problemas de empresarios y trabajadores. Los ciudadanos quieren normalidad, ya sea precedida del adjetivo «nueva» o como la estrategia de comunicación sugiera, pero normalidad, con una empresa que mantener o un trabajo al que acudir.

Afortunadamente Aragón ha demostrado ser tierra de consenso y unidad, y fruto de ello han sido las numerosas comisiones o mesas de trabajo formadas por agentes políticos, económicos y sociales de la comunidad. Pero hay que ponerse a trabajar porque las pymes y los autónomos necesitan soluciones reales. El final de la crisis económica no tiene fecha porque sin vacuna el futuro sigue siendo incierto, pero hay que reactivar la economía, coger el rumbo adecuado o el escenario puede empeorar.

Todavía no ha llegado el momento de hacer balance de la pandemia porque las consecuencias aún están por verse. Ahora hay que lanzar el mensaje de la precaución. Por favor, mantengamos el comportamiento ejemplar demostrado durante estos tres meses y evitemos que se vuelva a repetir porque ya lo ha avisado esta semana la OCDE: si se produce un rebrote, España sufrirá más que nadie, y ese sufrimiento recaerá, como de costumbre, sobre las espaldas de los más débiles.