En febrero del año pasado la Policía Nacional detenía a trece personas por formar parte de una banda que prostituía a nigerianas en la capital aragonesa a las que amenazaba con un rito vudú-juju. Dieciséis mujeres, de entre 17 y 24 años y de origen nigeriano, eran liberadas. Ahora, todos los arrestados han quedado en libertad provisional sin fianza, tras solicitarlo sus abogados defensores (Laura Vela, Soraya Laborda, José Luis Melguizo y Olga Oseira)

Así lo decretó la titular del Juzgado de Instrucción número 10 de Zaragoza en un auto en el que la magistrada decidió procesarles por hasta seis delitos diferentes (trata de seres humanos para la explotación sexual, prostitución coactiva, blanqueo de capitales, explotación lucrativa de la prostitución).

Considera la instructora que la investigación policial puede darse por finalizada y concluye que la organización criminal captaba a las potenciales víctimas en Benin City (Nigeria), de donde eran naturales, y en todo momento les ocultaban que la verdadera finalidad del viaje era la explotación sexual. Desde Nigeria, eran trasladadas a las costas de Libia y de ahí, en pateras o barcos, a Italia.

Varias víctimas declararon que durante estos viajes fueron golpeadas y sufrieron agresiones sexuales. En los campos italianos de refugiados, un enlace de la organización recogía a las mujeres para, en autobús o avión, trasladarlas hasta Zaragoza. Solo por eso contraían una deuda de entre 40.000 y 60.000 euros.

Antes de iniciarse el viaje, un líder religioso hacía a las mujeres un rito de brujería llamado juramento de vudú-juju que consistía en mezclar sangre de animales vivos o muertos con cabellos o uñas de la víctima. Desde ese momento las mujeres creían que quedaban bajo un maleficio que les acarrearía diferentes penalidades (desde la muerte hasta la infertilidad) si lo incumplían. Este rito se volvía a repetir cuando llegaban a la capital aragonesa, donde la red tenía otro líder espiritual que anulaba la voluntad de las chicas valiéndose de estas creencias.

Este hombre oficiaba ceremonias religiosas los domingos en un local de Las Delicias, citas a las que acudían las víctimas. Los explotadores querían así imprimir un carácter «familiar» a la red y tener controladas del todo a las mujeres, además aprovechaban ese encuentro para recaudar el dinero de la semana. La Policía encontró envíos por valor de medio millón de euros y cuentas bancarias en Nigeria que sumaban un saldo de 200.000 euros.