Santos Navarro es el alcalde de Sádaba (PSOE), una de las localidades aragonesas que en las últimas semanas ha tenido que hacer frente a los temidos rebrotes de coronavirus en esta nueva normalidad. En este caso, se trató de un rebrote vinculado a una reunión de jóvenes que ha dejado un total de 17 casos positivos, 14 de ellos en este municipio cincovillés. La rápida reacción del Salud y las medidas de autoconfinamiento de la población ayudaron a frenar la expansión del virus.

- ¿Cómo está la situación ahora en Sádaba, después del rebrote?

La verdad es que mucho más tranquila, porque el brote está totalmente controlado. Se nota que la información está llegando bien a la población, que está siguiendo todas las recomendaciones sanitarias. La gente está muy tranquila en comparación con lo que vivimos el fin de semana pasado, cuando las calles se quedaron desiertas, como si hubiéramos vuelto de golpe a la fase 1.

- Aunque el Gobierno de Aragón señaló que no era necesario plantear un confinamiento de la localidad, los vecinos, en cierta manera, se lo impusieron a sí mismos.

Es así. El autoconfinamiento de la población fue real. Fue una reacción de responsabilidad con la situación y también por el temor a que el brote se pueda extender más. El jueves por la mañana (el pasado día 9) decidimos el cierre de todas las instalaciones municipales, y también solicitamos el cierre temporal de los bares de la localidad. Por la noche suele ser habitual que los jóvenes del pueblo salgan a la fresca, como en cualquier localidad. Ese día solo se escuchaba el silencio. Un silencio como el que escuchábamos en los meses de marzo y abril, que casi daba miedo. Se sabía que el mal estaba allí. El pueblo se cerró y no se propagó el virus. Además de los positivos y la gente que estaba pendiente de la prueba PCR, muchos vecinos se quedaron en casa. No había ningún decreto que impidera salir a la calle, pero la gente no lo hacía.

- ¿Y ahora?

La gente ha vuelto a la calle, pero se cumplen más las normas. Todo el mundo lleva su mascarilla, y todavía no han reabierto todos los bares. Pero las piscinas, la oficina de Turismo y el pabellón han vuelto a abrir sus puertas. Se ve en el pueblo la vida de la nueva normalidad.

- ¿Cómo se vivió que el paciente cero, en principio, llegara de Zaragoza?

Asustó mucho, pero la persona que tuvo síntomas actuó muy bien. Fue al centro de salud, y cuando supo que era positivo, rápidamente se lo comunicó a todas las personas con quienes había tenido contacto. Preocupó al principio porque de los 15 primeros test que se realizaron, salieron 8 positivos. Y además no eran todos de la misma familia, sino una cuadrilla de amigos, y por lo tanto que había muchas familias que podrían verse afectadas. Ya el lunes se vio que la situación estaba más controlada.

- ¿Ve justo que se señale a los jóvenes como uno de los focos de contagio en esta nueva ola?

En Sádaba se han portado perfectamente, pero pensaban que la situación no iba con ellos. Y la gente que no es joven tampoco se estaba portando de manera idónea frente al virus. No hay que demonizarlos; nadie tiene la culpa de que el virus siga aquí. Nosotros hemos decidido no cerrar las peñas, pero sí vamos a solicitar que no se hagan fiestas de peña en peña, sino que cada cuadrilla se quede en sus locales. Lo más importante es la información, que se sepa lo que pasa en la localidad para poder actuar.

- ¿Cómo valora la reacción de sus vecinos ante el rebrote?

Ahora estoy orgulloso. Al principio, estaba cabreado, porque no cumplíamos la normativa. Tampoco yo me puedo poner de ejemplo, mucha gente hacíamos las cosas mal y pensábamos que el virus ya era historia. Ahora, el coronavirus nos ha dado una oportunidad para saber cómo reaccionar y cómo prepararnos. La primera convocatoria del examen la suspendimos, y por suerte no hemos dejado a nadie en el camino. En la segunda convocatoria hemos aprendido la lección y sabemos lo que tenemos que hacer.

- Y, ¿qué van a hacer este verano?

La vida tiene que seguir. Vamos a programar actividades culturales, porque desgraciadamente sabemos que hasta que no haya una vacuna, tenemos que convivir con el covid-19. Organizaremos actividades, garantizando todas las medidas sanitarias y de distanciamiento social. Y, por supuesto, con la utilización obligatoria de las mascarillas.