Las hostelería zaragozana está sufriendo como nunca por culpa del coronavirus y las restricciones aplicadas para su control. El Tubo, una de las zonas de tapas más populares y animadas de la ciudad, es un fiel reflejo de la anormalidad que se vive. Desde que surgieron los rebrotes a mediados de julio, las siempre concurridas calles de esta ruta gastronómica se quedaron casi vacías y la mayor parte de los locales se vieron obligados a cerrar por falta de clientes. Tras una travesía en el desierto que ha durado más de un mes, la afluencia de público está empezando a recuperarse poco a poco y con ello, muchas tabernas se han animado a reabrir el fin de semana, pero la situación sigue sin estar para tirar cohetes.

«Quedan un largo camino para volver a ser lo que era», señala un veterano camarero, aunque al menos los bares abiertos eran ayer mayoría a la hora de vermú. También abundan las persianas bajadas, sobre todo en el caso de los restaurantes, entre los que no se veía ninguno en el que se pudiera comer. Aunque la oferta de tascas está diezmada por la crisis del coronavirus, la mayoría de las terrazas estaban concurridas. Aún así, no era fácil encontrar sitio para tomar algo como solía ocurrir en esta zona.

Las terrazas del mítico Bodegas Almau, ubicadas en varios solares de la calle Estébanes, eran de las más concurridas este sábado. «Ha habido semanas muy duras. Nosotros al menos hemos aguantado desde la fase cero sin cerrar», explicaba Miguel Ángel Almau, que representa, junto a sus hermanos Noé y Francho, la cuarta generación al frente de este negocio que cumple su 150 aniversario. Sus propietarios se han propuesto poner buena cara al mal tiempo y «en septiembre vamos a hacer ruido», aseguran, para celebrar el hito. «Estamos muy agradecidos a nuestra clientela que nos ha sido fiel en estos tiempos tan malos», subraya.

Bodegas Almau, La MIguería y El Champí son los únicos locales que están abiertos en El Tubo durante toda la semana y que no suspendido su actividad en estas inciertas semanas. La tendencia entre los que abren es hacerlo de jueves a domingo, porque la «cosa no da para más», según los hosteleros. Eso sí, las tornas empiezan a cambiar y esta semana han reabierto seis bares, entre ellos Nicolás, Los Rotos o La Ternasca. Restaurantes como El Pascualillo, El Triana y El Blasón se plantean hacerlo para el 15 de septiembre.

Tras los meses de confinamiento estricto, esta zona iba poco a poco recuperándose de las heridas, pero los rebrotes de julio y el retroceso de Zaragoza a la fase dos espantaron a los turistas y dieron al traste con la campaña de verano. «Agosto era uno de los meses de más trabajo aquí por la gente que para de paso, pero este año nada», se lamenta Carlos Martín, encargado de La Miguería. «La remontada es una utopía ahora mismo, pero al menos empieza a haber algo más de ambiente», añade.

SIN TURISTAS EXTRANJEROS

Los turistas extranjeros no se han visto, «salvo algún francés despistado», comenta un camarero. En la última quincena sí se aprecia un retorno paulatino de los visitantes nacionales, pero de momento el público local el que mantiene a flote estos negocios, aunque sea a medio gas y con buena parte de sus plantillas todavía en un ERTE. Y es que, en las terrazas se respira ambiente, pero en los interiores de las tascas apenas se ven clientes, en parte debido a la limitación del aforo al 40% y la prohibición de servir en la barra.

A pesar de las dificultades, sigue habiendo valientes como Santiago Ulibarrena, que hace 15 días ha abierto su pequeña tasca (La Casa de Uli) en la calle Cinegio. «La cosa está complicado para meterse en embolados, pero estaba sin trabajo y algo había que hacer», explica. «Vamos muy poco a poco. Desde ayer parece que ha empezado a moverse la cosa. Eso sí, el que viene, repite porque hago cosas muy buenas», asevera.

«Hemos pasada malas semanas, pero ahora va mejorando porque la gente vuelve de vacaciones», corrobora Dayana Gagiu, camarera de El Chmpi. A pesar de esta mejora, nadie se atreve a predecir si ha pasado lo peor.