CRISIS INDUSTRIAL
La plantilla de Alumalsa teme que el ERE suponga el fin de la factoría
Afirman que «si no llegan nuevos proyectos estaremos condenados al cierre» / Desde el cambio de propiedad se han perdido más de 200 puestos en la fábrica

La plantilla de Alumalsa teme que el ERE suponga el fin de la factoría
R. BARCELÓ
Los 230 despidos que planean sobre la planta de Alumalsa en Zaragoza pueden ser una losa insuperable. La plantilla considera que podría suponer el cierre definitivo de la factoría, que hasta hace poco más de un año rondaba los 800 trabajadores. Hoy suma 555 personas y en tan solo un mes se quedará, si nada lo remedia, con apenas 325 efectivos. «Los que nos quedemos aquí estaremos condenados al cierre si no vienen nuevos proyectos porque los que tenemos ahora caducan en el 2022 o en el 2023, señaló el presidente del comité de empresa, Enrique Encuentra, que transmite una duda compartida: «No sabemos si nos dejarán morir después de esto y se llevarán la producción a otra planta».
La fábrica aragonesa, perteneciente al grupo canadiense Linamar, corroboró este martes sus planes para reducir su personal en un 40% después de perder uno de sus clientes principales, Borg Warner, para el que fabricaba la turbocompresores para el sector del automóvil. Previamente, en octubre del 2019, esta compañía había rescindido otro contrato con Alumalsa.
«Esto va a ser bastante duro porque la gente ya hoy está muy tocada y vemos el futuro bastante negro. Con la salida del 40% de la plantilla no creo que la factoría tenga viabilidad a medio o largo plazo». Lo dice Santiago Oriol, uno de los más veteranos de la compañía, con 31 años en el tajo y 54 años a sus espaldas. Él, al igual que muchos de sus compañeros temen estar en la lista de despedidos cuando termine la negociación del ERE, a finales del mes de octubre.
Luis Boira es otro de los que más tiempo llevan en la fundición, 37 años ni más ni menos. Allí llegó con 22 años y durante este tiempo ha visto cómo la empresa cambiaba de manos hasta la llegada de Linamar, corporación con la que cree que Alumalsa ha ido a menos.
«Hasta su llegada había más autonomía para gestionar los proyectos y los clientes, crecía la plantilla y había cierta estabilidad en el empleo», recuerda Boira, que lamenta que los sacrificios realizados durante la anterior crisis (ajustes salariales, congelación de la antigüedad y la implantación de la doble escala salarial) no hayan servido para evitar el ERE que la compañía ha puesto sobre la mesa. Hoy, los salarios oscilan entre los 1.400 y los 1.800 euros netos (no es el caso de los que han entrado recientemente, que tienen otra escala de salarios).
MÁS DE 20 AÑOS
El caso es que en Alumalsa nadie entiende cuál es el motivo por el que su principal cliente, Borj Warner, ha decidido terminar la relación comercial con Linamar. Boira considera que los anteriores propietarios tenían «otra forma de actuar con los clientes».
Una de las mayores preocupaciones de la plantilla, muchos de los cuales superan los 20 años de antigüedad, es saber qué será de los que se queden en la calle. Ahora, según cálculos del comité, tan solo hay entre 10 y 12 trabajadores con más de 59 años, mientras que en la horquilla situada entre los 50 y los 59 años es de poco más de 50 personas. De ahí que el número de prejubilaciones que se podrían arrancar en la negociación entre la empresa y los sindicatos (SITA, UGT, CCOO y OSTA) es muy reducido a tenor de los 230 empleos previstos.
Además, prácticamente la mitad de la plantilla de Alumalsa tiene más de 45 años, según las estimaciones de los sindicatos, que en los próximos días realizarán asambleas de afiliados para adoptar una estrategia que será puesta en común en el pleno del comité del próximo viernes. El domingo tendrá lugar una asamblea de trabajadores a las puertas de la factoría ubicada en La Cartuja. Por el momento, se descartan movilizaciones hasta que arranque la negociación la semana próxima.
Desde el Gobierno de Aragón no se ha producido todavía ningún contacto con la compañía propietaria de Alumalsa, si bien fuentes del departamento que dirige Arturo Aliaga, auguran que la negociación de octubre «será compleja».
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