María es una de esas víctimas de la explotación laboral y la trata de seres humanos. Tiene 43 años y es de Nicaragua, madre de dos hijas a las que mantiene en su país y lleva dos años en España. Llegó en el mes de julio del año 2018 y al mes siguiente ya comenzó a trabajar en el sitio que se convertiría en su peor pesadilla. «Si yo denunciaba tenía miedo de que me mandaran otra vez para mi país», aseguraba María.

No es extraño que exista ese miedo en estas personas, ya que muchos de ellos carecen de documentación acreditativa, pero con esta iniciativa María busca que «las demás personas como yo sepan que podemos denunciar», al mismo tiempo que agradecía la colaboración y ayuda recibida por parte de UGT Aragón y la Asociación de Trabajadoras del Hogar.

Estaba como empleada del hogar, cuidando a una señora mayor de unos 90 años: «Vine a España en busca de trabajo para cuidar y mantener a mis hijas. Sufrí de abuso, de maltrato, de explotación laboral. En esa casa trabajé un año y diez meses, sin derecho a vacaciones. Cobraba 750 al mes», relataba la víctima sobre su situación laboral desde su llegada a España hace dos años. Sobre ese acoso, María detallaba que el hijo de su empleadora intentaba abrir la puerta de su habitación por las noches, le controlaba el agua que tomaba, y constantemente le decían en la casa: «La ignorante, la que no sabe nada, la bruta, la peor trabajadora del mundo». «He aguantado mucho maltrato por la necesidad de trabajar», lamentaba esta víctima nicaragüense.

«Me sentí como un pañuelo usado, cuando tuve la mano rota, me dijeron que no me podían pagar. Para pagarme me tenía que quedar con la señora, pero no podía trabajar», argumentaba. La realidad es que María tuvo un accidente laboral en el que se fracturó su mano derecha, que a día de hoy todavía no está recuperada del todo, y al día siguiente fue despedida sin ningún tipo de respaldo sanitario por parte de su contratadora.

El futuro de María todavía se prevé incierto ya que estos procesos llevan su tiempo: «No me siento segura del todo porque estamos en un proyecto de aceptación», explicaba María sobre la situación de sus compatriotas en España. «Además, sigo sin poder trabajar porque no tengo la mano bien», apostillaba. Quedan muchas personas que no se atreven a denunciar sus pesadillas laborales, pero como dice María, tienen que seguir este camino.