Hace unas semanas, el Ministerio de Educación y Formación Profesional decidió eliminar el requisito de poseer la titulación habilitante del Máster de Secundaria --abrevio un nombre demasiado largo-- en la contratación de profesorado de refuerzo durante la emergencia sanitaria del covid-19. Vaya por delante mi comprensión a la adopción de medidas extraordinarias en situaciones extraordinarias, como es la pandemia que padecemos, pero es difícil creer que de entre los más de 200.000 profesores y profesoras titulados desde la implantación de esta titulación, cito aquí fuentes de la Conferencia de Decanos y Decanas de la Facultades de Educación de las Universidades Españolas, no haya profesorado suficiente para esta tarea. CRUE Universidades Españolas se manifestó de inmediato en desacuerdo con cualquier iniciativa que suponga una merma en la calidad de la educación, salvo que se constate de modo claro que no existen otras alternativas.

No creo que sea el momento de reavivar esta polémica, ya que, como he dicho, tanto los decanos y decanas como las rectoras y rectores pusimos de manifiesto nuestra opinión. Sin embargo, no puedo dejar de comentar la sorpresa que me produjo la escasa repercusión de la noticia, pensando en lo que hubiera sucedido si una decisión similar se toma para otra profesión. Creo que este país no ha dado la importancia que se merece a la profesión docente, a pesar de que en público se reconoce que la formación de las futuras generaciones es esencial para el porvenir, no es infrecuente escuchar «demasiado bien pagados están para las horas que trabajan y las vacaciones que tienen». Afortunadamente para la sociedad, la vocación está por encima de todo esto.

Hace unos años se encendió una luz de esperanza, el ejercicio de la noble actividad docente debía ir precedido de una formación teórica y práctica que complementara los conocimientos que sobre las materias específicas tenían las personas que estaban en posesión de un título de grado o de una ingeniería, formación orientada hacia su labor como docentes. El desarrollo de estos estudios no ha estado exento de dificultades y todas las universidades, incluida la nuestra, han ido introduciendo mejoras a los planteamientos iniciales. Aunque el modelo elegido se pone de vez en cuando en tela de juicio, ya no se cuestiona el hecho de que la labor docente requiere aunar la formación en conocimientos con la formación en didáctica, para lograr una transmisión de los mismos más eficaz y ajustada a la evolución del estudiantado. Por ello, noticias como la comentada debería tener una inmediata respuesta de la ciudadanía, exigiendo que su implantación sea el último recurso. Es importante que interioricemos, más allá de la mera retórica, que en la educación nos jugamos nuestro futuro como país y, me atrevería a decir, como humanidad. La Universidad de Zaragoza, consciente de este reto, ha creado un centro de innovación, formación e investigación en Ciencias de la Educación, con el objetivo de mejorar la educación en todos sus niveles y servir de referencia a toda la comunidad educativa y a toda la sociedad.