¿Qué hace una serrablesa como usted en un sitio como Washington?

Llevo muchos años fuera de casa, me fui con 17 a Madrid a estudiar, y a veces mi madre bromea con que, si lo llega a saber, no me deja irme. Ya no he vuelto a vivir en Sabiñánigo: de Madrid me fui a Bruselas a terminar la carrera y me quedé a trabajar allí. Pero sigo llevando muy dentro mi tierra.

¿Son importantes las raíces en este oficio?

Creo que las raíces son importantes a la hora de escribir. Los periodistas queremos que nos lean, y no sólo nuestras fuentes o los apasionados de la información. Quiero que me lea gente que quizás no tiene mucha curiosidad por la información internacional, pero a la que una historia bien contada sobre lo loco que es el sistema electoral o por qué los latinos votan a Trump sí le parece interesante. Y esa podría ser mucha gente de Sabiñánigo.

¿Cómo se cuentan unas elecciones de EE.UU.?

Mi forma de trabajar consiste en dar contexto a la gente. No hay que abrumar ni aburrir, y ahí está el difícil equilibrio. Creo que no hay que perderse en las pequeñas batallas políticas. Para mí, una manera de transmitir que está ocurriendo en este país es empezar con una historia personal y ver cómo esa trayectoria, esa batalla, esa frustración, representa algo más grande dentro de EE.UU.

Recuerdo que una de sus crónicas empieza en una tienda de perritos calientes.

Quería escribir de ella desde hace tiempo porque es una historia muy de Washington. Por allí han pasado hasta presidentes. Hablar de la historia de esta gente me permitía contar los problemas económicos de la pandemia y de cómo está afectando mucho más a los negros que a los blancos.

Sabinánigo, Madrid, Bruselas... ¿Por qué Washington?

Es un sitio apasionante. Hasta la llegada de la pandemia, todos los días había infinidad de conferencias, charlas, debates… Realmente, para los ‘freaks’ de la información política, Washington es el paraíso. Cuando llegas vas haciendo contactos, asistes a actos de embajada, vas a la librería del barrio y te encuentras a la próxima primera dama de los Estados Unidos.

Pero la capital no es un reflejo del país, ¿no?

Washington es una isla demócrata, un sitio de élites que vota 95% azul. Pero, al mismo tiempo, no tienes más que conducir 40 minutos al norte o al sur para llegar a la América diversa y racial, con multitud de inmigrantes latinos. Es la gente que viene a trabajar en los jardines de Washington o en la construcción. Y lo mismo con la población negra: por la subida de los precios en la vivienda se han ido desplazando y viven todos al norte de Maryland. Aunque viva un poco en la burbuja de Washington, es fácil salir y saber que la vida no es lo que cuenta la CNN.

Cada vez hay menos corresponsales… Y una persona con un móvil está en el lugar preciso, en el momento exacto.

Una persona con un móvil no es, por defecto, un periodista. Es una fuente, un observador, pero no un periodista. Lo que no hay que desdeñar, en absoluto, es el periodismo local. Cuanto más se pidan cuentas a los gobiernos locales, a las comunidades o a las provincias, más sanas serán las democracias. Ahora bien, el periodismo local está sujeto a presiones todavía más directas que el generalista: tener al político local con el aliento en la nuca o a los grandes anunciantes detrás no lo hacen fácil.

¿Cómo ve a los corresponsales que informan sobre España?

Los medios anglosajones, en general, viven anclados en el tema del franquismo. Aunque es verdad que hay muchas partes de la política española que se entienden a la luz de eso, hay muchos corresponsales internacionales que todavía no hay entendido que España ha cambiado una barbaridad en los últimos 30 años. También hay mucha gente que nos ve en clave de las películas de Almodóvar.

¿Se ha planteado recopilar sus crónicas en un libro?

Me lo han sugerido, pero no he encontrado el tiempo. Quizás es algo que pueda hacer. No sé si algo global, algo americano, uniendo las experiencias…

¡Tiene el trabajo ya medio hecho en su blog!

Aquello lo hice como un álbum de recuerdos cuando estaba pensando en irme de Bruselas. En realidad, creo que falta todo lo de la crisis. Ahí, en la recesión de 2008, es donde te das cuenta de que la información internacional puede ser importante para los lectores lejanos, porque afectó a todo el mundo. ¡Estaba todo el día recibiendo mensajes de gente preguntándome qué hacer con sus ahorros! No hay que olvidar que fue un momento dramático: no se sabía si el euro iba a romperse, había corralitos en varios países, los rescates a los bancos… Cuando me puse a seleccionar crónicas no sabía ni por dónde empezar… Había estado en el BCE, en reuniones off the record con la canciller Merkel en Berlín, o en encuentros del Eurogrupo en Grecia.

Le leo uno de sus titulares: ‘La zona euro entra en recesión por primera vez en la historia’. ¿Una era consciente de lo que estaba contando?

Creo que, con la crisis del euro, todos los corresponsales de Bruselas éramos muy conscientes de la importancia de aquello. Muchos habíamos cubierto el nacimiento del euro, y había gente muy bien informada alertando de que se podía ir al garete. Y creo que estuvimos muy cerca. Fue una crisis a cámara lenta, con muchas fases. Cuando recibía mensajes de gente preocupada por sus ahorros o veía lo que pasaba con los bancos me daba cuenta de lo que nos afecta la política internacional en la vida diaria.

¿Su peor recuerdo?

Los atentados terroristas en París y Bruselas. Ahora se cumplen cinco años del ataque a Francia, pero los terroristas que salieron vivos escaparon a Bruselas. Estuvimos en un ‘lockdown’, como lo llamaban los belgas. En varios sitios de Bélgica, las autoridades recomendaron a la gente que no fuera a las escuelas. El ejército estaba en las calles y se temía un atentado inminente. En marzo, dos días después de encontrar a Salah Abdeslam, fueron los atentados en el metro y en el aeropuerto de Bruselas. La verdad es que fue muy impactante.

Beatriz, ¿por qué se hizo periodista?

A veces pienso que con ocho años empecé a decir que quería ser periodista y, como soy bastante tozuda, ya nunca cambié de opinión. Pero creo que esto es lo que siempre he querido y he sabido hacer. En los actos de fin de curso del colegio, en Sabiñánigo, salgo en fotos haciendo de presentadora... Y creo que me impactó mucho ver en televisión la cobertura de las guerras balcánicas, a los grandes enviados de TVE. Esa parte de corresponsalía de guerra se me pasó, para alivio de mis padres.

¿Cómo ve el periodismo en España?

Cada vez más complicado. Siempre digo que he pillado uno de los últimos trenes y creo que es así. Creo que en España no se ha llegado a una fórmula con la que sacar dinero de internet. Para mí, el gran problema en España fue que se empezó a dar toda la información gratis desde el principio. Y grandes medios que la estaban dando con un muro de pago, lo tiraron. Y en un país con una cultura tan potente del ‘todo gratis’, se ha mal acostumbrado a la gente a no pagar por la información. Y por la información hay que pagar. Cuanto menos dependamos de los anunciantes y más de nuestros lectores, más nos deberemos a ellos y menos a los grandes intereses. Eso ayudaría mucho a la credibilidad de los medios. Es muy utópico, probablemente sólo se pueda aspirar a un término medio.