Un hombre, A. H. M. ha sido juzgado esta mañana en la Audiencia Provincial de Zaragoza como presunto autor de un delito de abuso sexual. La Fiscalía ha pedido once años de prisión para este padre de acogida por “atosigamiento” hacia la menor de 15 años a la que unía una relación de familia de acogida, aunque no fuera reconocida como tal públicamente por el Gobierno de Aragón porque, realmente, se le concedían permisos para que pudiera pasar tiempo con ellos.

El acusado se ha negado a responder a las preguntas de la Fiscal aunque sí ha contestado a las cuestiones elaboradas por su abogada, Carmen Sánchez Herrero, sobre si hubo contactos sexuales en 2018, si le envió fotos de sus partes genitales, si le introdujo los dedos en la vagina y si profirió las frases a las que la acusación hizo referencia en su denuncia tales como “tú tienes que estar conmigo” u otras cuestiones relacionadas con el sexo. Todas ellas fueron negadas.

Las relaciones entre ambas partes comenzaron en septiembre de 2017, después de que la DGA firmara un acuerdo con el acusado, A. H. M., por los que se autorizaban una serie de estancias de la menor con este hombre, con su esposa y sus hijos. Así ha informado también una de las testigos en el juicio celebrado esta mañana.

“Conocí a la mujer -del acusado- en 2017 en una piscina cuando tenía 15 años. Cogí relación y me invitó a comer. Hubo contacto con Aldeas Familiares (centro al que pertenecía al estar tutelada por la DGA) porque nos conocimos, hablamos y nos caímos muy bien. De hecho, fue muy agradable porque hasta fui a comer con ellos un domingo”, relataba la víctima.

En 2018 comenzaron los contactos sexuales. Según ha relatado la joven, ya mayor de edad, uno de los primeros acercamientos se produjo en un descampado: “Me dijo que me llevaba a un descampado en el que había un coche que era para hacer cosas sexuales y me enseñó un vídeo sexual”. No obstante, los tocamientos se produjeron más adelante, después de que la joven se acercara hasta un McDonald’s con su pareja.

Poco después, según ha manifestado S. C. B., llego hasta allí el acusado y amenazó a su novio con que la dejara en paz. Después la llevó a su casa. “Me duché en su casa, ahí me dijo que me quitara la toalla. No me la quité, me fui al cuarto a vestirme y entró. Me dijo que tenía que ver un pichorro que tenía ahí, que ya se lo había hecho a su hija cuando estuvo embarazada. Empezó a lamerme, a meter los dedos en mi vagina”, decía. “Yo no le mostré mis partes, me empujó a la cama y me metió los dedos. Yo no consentí que se me acercara, ofrecí resistencia pero no me esperaba que actuara así, no pensaba que me fuera a hacer daño”, ha agregado la joven.

Otro de los hechos resume el envío de fotos de las partes genitales de A. H. M hacia la víctima, aunque se le rompió el móvil y no ha podido enseñarlas, según ha señalado.

Sin intencionalidad

Según ha asegurado una de los testigos, fuente cercana al IAF, la institución se reunió el 8 de febrero de 2018 con el acusado, después de que la víctima trasladara su situación a las educadoras encargadas de su cuidado. En esa reunión, el acusado compareció por escrito y redactó todo lo que había acontecido. “No nos sorprendió mucho que minimizara los hechos y que no tenía intencionalidad, porque es algo que suele ser habitual en estos informes. Pero sí me sorprendió que escribiera todo lo que había hecho”, ha manifestado.

Entre esas palabras, se destaca que la joven le había dicho a A. H. M. que había mantenido relaciones sexuales con su novio y por eso le hizo la inspección. “Él transmitía que le había hecho tocamientos aunque para inspección, porque tenía irritada la vagina. Ella le pidió ayuda”.

Problemas en su infancia

La menor tuvo problemas sexuales en su infancia. Hubo sospechas de que eran sus tíos. “Era una familia con muchos problemas transgeneracionales. Son muchos hermanos, hermanastros y primos”, apuntaba una de los testigos. Llevaba años en Aldeas Infantiles, “desde los 6 o 7 años” y ya se encontraba en su última etapa (cuando alcanzan la mayoría de edad dejan de estar tutelados por la DGA).

“Fue la rechazada por su familia porque la puso en evidencia con la denuncia de los abusos sexuales”. Unos abusos por los que tuvo que ir a juicio su tío, aunque la víctima desconocía si su familiar había sido condenado.

Por otro lado, el testigo de la defensa, amiga del acusado desde hace 28 años, ha recalcado que notó un comportamiento “raro” cuando vio a la joven por segunda vez en su domicilio: “Le puso las piernas encima a mi marido, sin conocerlo de nada, mientras estaba tumbado en el sofá y con la mano en su muslo. No sabría decir si fue un acto sexual o no”, explicaba. “Les avisé de que les traería muchos problemas”.

El juicio ha quedado aplazado hasta dentro de quince días debido a la incomparecencia obligatoria de dos peritos que tenían que testificar, dos psicólogas que no han podido asistir, una de ellas por haber contraído el covid-19.