Tiene 75 años y es miembro de la Comisión de Mayores de la Federación de Barrio. Pertenece, además, a otras asociaciones, un movimiento en el que lleva 50 años. Su abuelo, Facundo Abad Rodilla, alcalde de Guadalajara entre 1937 y 1939, fue fusilado el 20 de mayo de 1940 frente al cementerio civil de Guadalajara. Cuenta su historia...

¿A qué ha dedicado su vida?

A sacar adelante a mi familia. Y luego a ayudar a todo al que pudiera. Si las asociaciones de vecinos no existieran, esto sería un caos. Si algo hacen desde los ayuntamientos es porque estamos encima de ellos, se cansan de oírnos y se ponen.

Empezó joven en esto de las asociaciones.

Con 25 años, en Guadalajara, creamos una asociación de vecinos en el barrio donde vivía. Era una barriada que no tenía servicios y conseguimos que se construyese un consultorio médico.

Y pasaron los años.

Vine a trabajar a Zaragoza. Como sufrí dos infartos, con 45 años me jubilé. Y me metí en asociaciones. No valgo para estar parado, me gusta la lucha vecinal. Esto lo llevo en la sangre.

¿Qué hacen en la comisión de mayores?

Tratamos problemas de las residencias, las jubilaciones y luchamos por una vejez digna.

Se ha hablado mucho de las residencias durante la pandemia.

Pero es que antes de esto ya estaban mal. No hay suficiente personal y la manutención no es la deseada. Reivindicamos más atención para los mayores, y dentro de eso va el respeto.

Su abuelo fue alcalde de Guadalajara entre 1937 y 1939.

Mi abuelo fue, ante todo, un trabajador. Vivía en una casa de alquiler, ya ves tú qué alcalde vive en una casa de alquiler. A su predecesor lo metieron en la cárcel y él, socialista y afiliado a la UGT, era a quien le tocaba por lista.

(…)

Lo metieron en la cárcel antes de acabar la guerra. Un sobrino suyo había escapado a México unos meses antes. Él llevaba el mismo plan, y cuando estaba a punto de subir a un barco en Alicante lo trincaron las Juventudes de Falange, que ya no lo soltaron. Juicio sumarísimo y fusilado en 1940.

Así, sin más.

Eso, para mí, fue un asesinato. Durante la guerra hubo muertos por ambos bandos, pero la guerra había terminado hacía más de un año. No había cometido ningún delito: le tocó ser alcalde y, si se hubiera negado, a lo mejor le hubieran hecho lo mismo.

¿Qué le han contado de Facundo Abad?

Que acogió en su casa a una trabajadora del ayuntamiento, viuda de un capitán del bando nacional, y a sus cuatro hijos. Les salvó la vida. Más tarde, esa mujer pagó la deuda con mis padres.

¿Cómo?

Estaban en prisión por ser quien era mi abuelo. Aquella mujer sabía cómo se actuaba en las cárceles, con los paseos por las noches... Les dijo que firmaran la sentencia de muerte porque así se demorarían los trámites y los juicios durante meses. Si no firman aquello, cualquier noche les dan el paseíllo. Y aún así cumplieron cuatro años.

¿A qué se dedicaba su abuelo?

Era encargado de la sección de carpintería en la fábrica de aviones Hispano-Olivetti, carpintero en la plaza de toros y tramoyista en el teatro. Más obrero no podía ser. Y lo asesinaron por ser un obrero demócrata. Esto es lo que duele.