Además de por una pandemia, el 2020 será recordado en Aragón como el año en que desapareció la histórica fábrica de Schindler en Zaragoza, que suponía una pieza destacada de la industria local por número de trabajadores, calidad de empleo y facturación. La planta del polígono Empresarium de La Cartuja cesó su producción en agosto y cerró definitivamente en octubre, con la salida de la última remesa del total de 114 empleados que finalmente se vieron afectados por el despido colectivo. La despedida ha sido amarga y sigilosa, en medio del barullo de la crisis sanitaria, una deslocalización de libro que la multinacional suiza ha ejecutado sin miramientos, a juicio de quienes han sufrido sus consecuencias.

La desinversión ha puesto fin a una actividad con más de 70 años por ser heredera de la firma aragonesa Giesa. Deja tras de sí un reguero de dramas personales, sobre todo entre los que se han ido al paro con entre 50 y 55 años, el grueso de los afectados, que difícilmente volverán a encontrar un empleo de igual categoría, lo que recortará sus futuras pensiones. El resquemor sigue patente en buena parte de los extrabajadores de Schindler Drive Systems (SDS), la unidad de producción de componentes y máquinas de ascensor que se ha finiquitado pese a dar beneficios de 166 millones en euros entre el 2015 y el 2017.

El grupo suizo justificó la decisión en cuestiones productivas, tecnológicas y organizativas y negó que se tratara de una deslocalización, pero la mayor parte de la producción que se hacía en Zaragoza ha sido asumida por la fábrica de Dunajska Streda (Eslovaquia). El último director de SDS ha pasado a serlo de la planta próxima al Danubio, donde los salarios son dos y tres veces inferiores a los de aquí.

¿Se hizo lo suficiente?

«Ha sido un desmantelamiento de la actividad industrial de Aragón, un duro palo para el clúster de elevación impulsado por la DGA con el soporte tecnológico del ITA, ahora aprovechado en Eslovaquia», lamenta un grupo de extrabajadores, que critican a la dirección de Schindler España, al Gobierno de Aragón y a la mayoría del comité por «no haber hecho lo suficiente» para frenar un cierre que no obedecía a causas económicas. Y reprochan que solo se han hecho realidad unas 15 de las 60 recolocaciones dentro del grupo que se prometieron.

También los hay que prefieren pasar página. El que fuera el presidente del comité, José Antonio Dieste, de CCOO, declinó hacer cualquier valoración por estar ya desvinculado de la empresa al acogerse voluntariamente al ere aunque pertenecía a la fábrica cerrada. También eludieron hablar desde la sección sindical de UGT, que ahora ostenta la presidencia y la mayoría del comité.

Y es que, como suele ocurrir con las multinacionales, el anzuelo para capitular ante el cierre fue apetitoso, con indemnizaciones por despido que en algunos casos superaron los 100.000 euros en trabajadores con más de 55 años a los que además la empresa debe pagar un convenio especial con la Seguridad Social hasta los 63 años.

Desde Schindler destacan que ha habido «un total de 114 desvinculaciones» y que hasta ahora se han recolocado 33 empleados. En este sentido, recuerdan que pusieron a disposición de los afectados una empresa especializada para facilitar su reinserción en el mercado laboral. «Nuestro compromiso con Zaragoza continúa siendo muy importante y Schindler es un referente empresarial y de contratación en la zona», recalcan. En concreto, el grupo sigue contando con 397 trabajadores, 87 de ellos en la sucursal y delegación y otros 310 en las instalaciones de Empresarium en áreas como logística, formación de montaje, informática, ingeniería o servicios centrales.

La compañía sigue también muy presente en el mercado local y nacional del ascensor, donde es uno de los líderes. Eso sí, ya no puede presumir del 'made in' España.