Pedro Cebrián no podrá pasar las navidades en Zaragoza. No es la primera vez que le ocurre algo así, pero esta vez sí que tenía ganas de disfrutar de estas fechas tan señaladas con la familia. Su padre falleció de cáncer hace apenas unos meses y sentía la necesidad de acompañar a la familia y sentirse arropado en momentos tan complicados y en un año tan atípico como este 2020. Pero está en Londres, en el epicentro del covid, en el país en el que se ha detectado una cepa especialmente contagiosa. Allí trabaja en una empresa de informática mientras cursa estudios de análisis de datos.

«Fui a Zaragoza en noviembre por un asunto de papeleo tras el fallecimiento de mi padre y pensaba regresar ahora, pero estando la situación como está prefiero quedarme y evitar posibles contagios a mi madre y a mi familia», asegura Pedro, que lleva cuatro años y medio en la capital londinense donde ha pasado alguna Navidad por motivos laborales.

El viaje a la capital aragonesa le costaba más de 400 euros, incluida la prueba diagnóstica de PCR, pero la pandemia azota con fuerza a una ciudad que se ha situado en el nivel 4 de alerta, un grado que se creó cuando apareció la nueva cepa. Pedro, por tanto, cerrará el año con sus compañeros de piso, un chico ucraniano y una joven italiana que también han optado por no viajar en esta ocasión.

¿Cuándo volveras?, le preguntamos. «Pufff, cuando se pueda», señala este aragonés que ha visto cómo todo ha cambiado desde el pasado mes de marzo. Y más todavía en el Reino Unido, donde al covid se han sumado las negociaciones del Brexit. «No me hice ilusiones en volver a Zaragoza porque aquí cada semana cambia todo, pero este final de año la verdad es que está siendo peor», apunta Pedro que destaca la incertidumbre que se ha generado en uno de los países que más se han visto castigados por la pandemia.

Aunque es cierto que siente morriña por volver, reconoce que ahora mismo lo único que importa es «capear el temporal». De hecho, «nadie en este país se plantea cambiar de trabajo. Cuando se vea el final del túnel entonces veremos qué pasa», comenta este ingeniero de telecomunicaciones. Y recalca que la «incertidumbre» se ha convertido en el peor enemigo de una sociedad que ya estuvo casi un mes confinada. Fue en noviembre, pero unos días después se relajaron las medidas y se encontraron con una nueva ola, más feroz si cabe.

Pedro Cebrián se fue de Zaragoza hace cuatro años y medio porque llevaba tiempo sin poder trabajar. Allí encontró un buen empleo, un buen salario y una cierta estabilidad, algo que, pese a todos los contratiempos, no le gustaría perder. Él, como tantos otros aragoneses, representa a una generación que se ha visto engullida por las dos crisis más duras que ha vivido España en toda su historia. Ahora espera que todo pase, para regresar a la normalidad. Algún día.

LEJOS DE CALAMOCHA

¿Qué hace un joven de Calamocha de 30 años pasando la Navidad en Londres? Pues trabajar como enfermero y maldecir a la suerte por no poder pasar diez días (que es lo que tenía previsto) en su casa, con los suyos. Este es el caso de Jorge Pamplona al que la situación de la pandemia en el Reino Unido le ha hecho abortar, por segunda vez, sus planes de regresar a Teruel. Ya le pasó durante la anterior cuarentena decretada por Boris Johnson, pero la historia se repite. Por desgracia.

«Teníamos la esperanza de que la vacuna supondría un rayo de luz en mitad de un año muy duro, pero no ha sido así», lamenta Jorge justo al terminar su jornada laboral como jefe de equipo de Enfermería Comunitaria en un centro hospitalario de la capital británica. Él ha vivido como profesional el día a día del covid-19 y reconoce sentir «hartazgo» tras semanas encerrado en casa y sin poder hacer una vida normal. Y ahora, para más inri, no puede pasar las navidades en Calamocha.

«Mi madre ya me lo decía: ‘Espera Jorge, que las cosas cambian de un día para otro», recuerda unos días después de descartar tomar un avión con destino a España. «Tenía razón, mi madre siempre tiene razón, pero tenía ganas de desconecta un poco después de un año difícil», señala este enfermero que lleva 9 años en Londres. Allí llegó con 21 años porque «no tenía ganas de ir de un sitio para otro hasta conseguir una plaza» y optó por buscar probar suerte en Inglaterra. Y lo cierto es que lo que fue una «aventura» ha acabado respondiendo con creces a las expectativas. «Ha sido una maravilla poder trabajar como enfermero en este país, donde realmente te valoran profesionalmente», señala Jorge.

Ahora, a estas alturas del 2020, solo se plantea esperar a que todo mejore porque viajar a España es «muy arriesgado», ya que «es posible que no pueda volver y aquí tengo mi trabajo y una estabilidad». Pero el caso es que este joven enfermero ya tenía todo atado. El vuelo salía el pasado lunes e iba a permanecer con su familia hasta el día 3. Pero la comparecencia de Boris Johnson hace unos días tras comprobar cómo el país registraba un total de 35.000 casos en un solo día dieron al traste con todo proyecto de viaje imaginable.

El covid ha sido para él, sin duda, un aprendizaje, pero también ha mostrado la cara más dura de su profesión. Jorge recuerda cómo en los primeros días de pandemia les facilitaban siete batas y siete mascarillas para todo su equipo a utilizar durante toda la semana. La realidad es que la pandemia ha sorprendido a todos los países con la guardia bajada, reconoce. Pero confía en que el 2021 sea diferente o, al menos, más esperanzador y le permita viajar a su Calamocha natal a disfrutar de una comida que tanto añora, del jamón y de los pimientos que realmente saben a algo, señala entre sonrisas.

Jorge Pamplona no estará en su casa estas navidades, pero no quiso terminar la conversación con este periodista sin enviar un fuerte abrazo a toda su familia. «Quiero felicitarles las navidades en el artículo, pero no sé como hacerlo». Bueno, pues ya lo has hecho Jorge. Y vuelve pronto.