XXL no va en números romanos sino en talla inglesa. Viene al pelo para explicar la dimensión que tuvo ayer la jornada en el salón de plenos del Ayuntamiento de Zaragoza. Extra extra grande, efectivamente. Larga como no se recordaba en los últimos años. Empezó con el pleno ordinario a las 9 de la mañana y se fue hasta más allá de las 8 y 20 de la tarde. La razón fue el pleno extra, extraordinario para el caso, que solicitó el PSOE el 13 de enero al entender que ya iba siendo hora de que el Gobierno PP-Cs diese alguna pista sobre el proyecto de presupuestos del 2021. La segunda función arrancó a las 6 menos 20 y se movió en bucle al ritmo cachazudo que le iban dando las seis piezas del juego. Asunto inútil fue. Unos dicen que para qué lo pidieron los socialistas. Estos replicaron que la horita la puso Azcón, que bien podía haber elegido otro día. El pasado martes, por ejemplo, cuando se celebró una sesión de proposiciones de Alcaldía «que duró 1 minuto y 45 segundos», según recordó Lola Ranera, líder de la oposición.

Fuera como fuese, las seis propuestas que se quedaron en cinco supusieron un ejercicio de futilidad, una intrascendencia que la izquierda utilizó para demostrar que el equipo de Gobierno tiene decidido su proyecto, que Vox votará a su lado para darle la mayoría otra vez, que no va a haber negociación que valga por mucho que al alcalde en su día se le escapase que contarían con todos para la elaboración del borrador. «Al menos esta convocatoria ha valido de algo: ya tenemos presupuestos», redujo la portavoz socialista antes de empezar a hablar de remanentes, de ayudas directas, de microcréditos, del IBI... del pan nuestro de cada día. Y así desde hace semanas.

«Me he traído la cena y el señor Mendoza nos ha hecho salvoconductos». La primera intervención de Alberto Cubero, de ZeC, anunció los derroteros por los que iba a transcurrir una sesión necesaria «porque es la única manera de hablar con ustedes sobre los presupuestos». «¿Nos van a juntar», le requirió a María Navarro, concejala de Hacienda. La citada la devolvió alegando que lo hará cuando enfrente le presenten «enmiendas con sentido común y no paripés». Por ahí fue la cosa, ya se imagina.

«¿Nos dejan poner la música de Misión imposible?», dijo la socialista Ros Cihuelo, consciente como todos de que el resultado de todas las proposiciones iba a ser exacto: 15-16. A favor los de la izquierda, que perdieron una ronda detrás de otra ante el Gobierno y los dos votos de Vox. Tras caer la tercera, Azcón pidió un poco de orden al entender que en los turnos se hablaba «más de formas que de fondo». De cosas personales, quería decir. Lo parecía, desde luego. Era un estar por estar que acabó en cachondeo después de que Cihuelo, en un encontronazo con el ciudadano Víctor Serrano, concejal de Urbanismo, se acordase «de Riverita (Albert Rivera), que se fue al monte sin merienda», tras lo que Cubero, abundando en el choteo, pidió en broma doble turno para cedérselo a la concejala socialista que presentaba las mociones.

A todo esto, Fernando Rivarés, portavoz de Podemos, fue advirtiendo desde el inicio de que en la sesión iban a ir dando vueltas «como una peonza» para no avanzar ni un milímetro. Al final, y efectivamente después de rizar mil veces los tirabuzones sin nada que llevarse al morral, en tono más serio habló del «lamentable espectáculo que estamos dando aquí y del que los zaragozanos deberían sentir vergüenza». Nadie le rebatió.