CONSECUENCIAS DEL CORONAVIRUS

Las mascarillas pasan en un año de agotarse al descontrol de precios

«La certificación es la clave» en una horquilla de tarifas que llegan a multiplicarse por cuatro // El Año Nuevo chino dispara el coste ahora, por la demanda en el país que más distribuye

Las mascarillas pasan en un año de agotarse al descontrol de precios

Las mascarillas pasan en un año de agotarse al descontrol de precios

D. LÓPEZ

Hace solo doce meses, cuando el coronavirus parecía una enfermedad que solo afectaba a Wuhan y, por extensión, a China, las farmacias empezaban a ver cómo las cajas de mascarillas se agotaban por una demanda inesperada de ciudadanos chinos que, en Aragón y otras comunidades autónomas, se disponían a viajar a su país para celebrar el Año Nuevo en el país asiático. Entonces, en Zaragoza, las quirúrgicas y las ahora tan populares FFP2 se vendían en packs de cien unidades que solo compraban clínicas y centros sanitarios. Por unos 50 euros el paquete. Un año después de aquel desabastecimiento casi súbito, este producto se ha convertido en un negocio descontrolado en el que la horquilla de precios no deja de crecer. Descontrolado y a merced de un mercado fabricante que saca partido de cada decisión política, que en destino ha derivado en un acopio inédito tras las semanas de racionamiento en los hospitales e incluso de falta de suministro o vaciado del estoc para profesionales que luchaban en primera línea contra el covid. Hoy es «como jugar en bolsa cada día».

Así lo explicaba a este diario Manuel Arribas, responsable de compras de la farmacia Artal, en el céntrico paseo Sagasta de Zaragoza, que en el 2020 mostraba a EL PERIÓDICO una de las pocas mascarillas que quedaban a la venta en la ciudad. La única en su establecimiento que hoy luce una amplia gama donde elegir con diferentes precios que, son conscientes, no pueden competir con otros negocios (de ropa, supermercados y un largo etcétera de tipos de comercios) que las ofertan más baratas, con infinidad de diseños y unas condiciones de seguridad que no siempre están garantizadas para lo que vale una mascarilla: proteger de un contagio.

Sin embargo, él y otros farmacéuticos con los que ha contactado este diario aseguran que «es un producto que va bajando el precio poco a poco y pronto se estabilizará en los 40 o 50 céntimos la unidad que costaban antes de la pandemia». «Se está convirtiendo en un y yo más cuando tiene unos márgenes de beneficio muy pequeños. Por muchas que se hayan vendido no es un flotador de salvación para ninguna farmacia, ninguna va a sobrevivir mejor por muchas que venda», explican.

De hecho, lo único que no ha cambiado en todo este tiempo es lo condicionados que están todos los que venden mascarillas al mercado chino y a su capacidad de abastecer a Europa. Hace un año consiguió poner a todos los países en jaque pujando al mejor postor por obtener un suministro que urgía, casi ninguno lo vio venir. Y todos se gastaron millones de euros que solo un mes antes se habrían ahorrado. Y antes, a finales de enero, mientras se vaciaban estanterías y se achacaba a la celebración del Año Nuevo chino pero era imposible comprar en origen. Entonces se entendía que era por el virus que afectaba solo allí. Ahora, convertido en pandemia, vuelve la celebración al país asiático y «en pocos días aumentará el precio aquí porque es muy complicado comprar allí, otra vez». Es buen momento para hacer acopio en los hogares antes de que lo haga.

Farmacias de moda

La evolución durante los últimos doce meses permitió también que la producción se haya multiplicado allí. De hecho, en España «ya hay dos empresas que fabrican» y aún así casi todo el país compra en el país asiático. Y, aseguran los farmacéuticos, «lo ideal es dar con un distribuidor que facilite el pedido que se necesita a un buen precio». «Si compras 20.000 unidades, es obvio que no costará lo mismo que si pides la mitad y si das con una buena oferta puedes hacer acopio suficiente para ofrecer el precio más competitivo aquí».

Así se explica que haya «farmacias de moda» que en redes sociales ya son famosas por ofrecer mascarillas de FFP2 a 60 céntimos. El distribuidor adecuado, al precio adecuado y una campaña publicitaria suficiente para llegar a cada rincón y la fila cada día está asegurada. Ejemplos hay en Zaragoza e irán apareciendo más, de farmacias que ofrecen una mascarilla que son una ganga y que llegan a multiplicar por cuatro la tarifa que imponen en otra. «Otra cosa es que eso se pueda sostener en el tiempo o solo mientras dure el estoc de esa remesa», añaden los farmacéuticos consultados. Son, afirman, flor de un día aunque todos prevén que acabarán aproximándose a ese coste que hoy es un ofertón para el cliente. Aunque afortunadamente ya no se paga lo que se pagaba por esas mismas mascarillas en el primer estado de alarma decretado en España. «Nosotros fuimos los primeros en vender ese modelo en Zaragoza y se cobraba a 11,99 euros la unidad», explicaba el responsable de compras de la farmacia Artal.

Aunque lo que sí tienen claro es la diferencia con esas otras gangas que se ofrecen en supermercados --se ha pasado de agotarse el producto a adquirirlas a la vez que se hace la compra semanal y a 30 céntimos la unidad de las quirúrgicas-- y tiendas de textiles, fundamentalmente las llamadas higiénicas, que también han acabado recalando en las farmacias. «La diferencia es la certificación y todas las recomendaciones e información que les damos a los clientes. Eso tiene un valor y un producto adicional también que no se da en otro tipo de establecimientos», defienden.

Aunque también influyen en el precio final de venta aspectos como el empaquetado, si va envuelta con un film transparente o lleva un cierre. También se promociona a veces un made in Spain, huyendo esa estigmatización, que también la hubo. Hay de todo, eso sí, y desde Consumo de la DGA llevan desde mayo inspeccionando lo que se vende en la comunidad. Inabarcable labor que a veces detecta irregularidades que el propio vendedor desconoce.

Unos estándares que hoy no pasarían ni las múltiples acciones solidarias que la sociedad aplaudía cuando se agotaron. «Hemos estado protegiendo a residencias enteras con mascarillas que tejían amas de casa. Hoy nos horrorizaríamos de eso, el riesgo al que se les exponía a los más vulnerables a la enfermedad», explica Arribas. Un duro aprendizaje.

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