Durante el 2020 el Parque de Atracciones de Zaragoza estuvo abierto tan solo 40 días. Una ruina total para este gigantesco rincón de ocio de 66.000 metros cuadros que tiene unos costes fijos muy elevados. Las pérdidas son tremendas tras una caída de ingresos del 93% y alcanzan los 800.000 euros. Por si fuera poco, lo que resta de año no pinta nada bien.

«Nosotros vivimos de las aglomeraciones», admite Jesús Morte, director de la concesionaria que lleva casi 50 años explotando las instalaciones, actualizándolas y renovándolas hasta alcanzar las 46 atracciones repartidas entre 25.000 metros cuadrados de zona verde . En realidad, según dice, para ellos los aforos no serían un problema a salvar porque con las dimensiones del centro pueden entrar hasta 3.000 personas a la vez, que se irían reduciendo según las directrices del Gobierno autonómico. Aunque en este caso no les afectan porque directamente no pueden abrir.

En el 2019 recibieron a 300.000 visitantes. «Esto significa que tiene futuro, que a la gente le sigue gustando venir al parque de atracciones y que tiene tirón», asegura. Sin embargo, admite que las instalaciones están ahora «sobredimensionadas». Según Morte, el problema que tiene la capital aragonesa es que los turistas no vienen de propio al parque y, ya de paso, disfrutan de la ciudad, como sí sucede con Port Aventura. «Cuando uno va a este parque temático tiene muchas alternativas, puede visitar la ciudad, ir a la playa,... en cambio en Zaragoza no tienen otras posibilidades y eso limita mucho el público de fuera», explica no sin antes decir que «es una pena» que no se haya logrado presentar la instalaciones de los Pinares de Venecia como atractivo turístico de la ciudad. Algo parecido sucede con Dinópolis (Teruel), ejemplifica, o con Sendavida, en el municipio vecino de Arguedas (Navarra).

Otro de los problemas a los que se enfrentan estas zonas de ocio es la imposibilidad de aportar novedades cada año. En este sentido, Guillermo Cruz, presidente de la Asociación Española de Parques de Atracciones y Temáticos y director de Isla Mágica, explica que económicamente es «inviable» que ofrezcan cada año una nueva atracción, porque la inversión que requiere es muy elevada.

«Cualquier adquisición tiene una amortización muy escasa socialmente porque a los cuatro o cinco años ya no gusta y esto es un problema», añade. Cruz aventura que la crisis económica que arrastra la sanitaria acabará cerrando de forma definitiva algún parque en el país. «Los gastos fijos en estas instalaciones son muy elevados y sin ingresos y ayudas directas es imposible mantenerlos», explica. A su juicio, los parques de atracciones tienen un gran futuro. «En épocas de crisis hemos logrado mantenernos porque aquellas familias que no podían permitirse un viaje aprovechaban para venir a pasar un fin de semana a una de las instalaciones que hay por España, pero esta vez es diferente porque no podemos abrir», lamenta. Desde la asociación piden ayudas directas y un reducción del IVA para lograr sortear las consecuencias negativas que llevan sufriendo desde marzo.

Tanto Morte como Cruz coinciden en que están preparados para recibir a usuarios. El conjunto de estas instalaciones en España se ha gastado «10 millones» en aplicar las medidas sanitarias, ofrecen espacios de grandes dimensiones, al aire libre y tienen protocolos diseñados para desinfectar las atracciones cada vez que sean usadas. «Somos los primeros que queremos que sean seguros», matiza Morte.