Una vecina de Zaragoza explicaba este martes, a las puertas de la oficina del Inaem en la capital aragonesa, lo difícil que estaba resultando su vida laboral desde incluso antes que comenzara la pandemia. «Llevo desde antes de la pandemia, y después vino la pandemia y estaba en el paro. Se me acabó el paro justo en medio de toda esta situación y solicité la ayuda», relata.

Ahora bien, su realidad más allá de mejorar, empeora, ya que no encuentra trabajo y la situación económica se complica. «Ahora ya se ha terminado la ayuda y como las cosas están mal he pedido la renta activa de inserción (RAI)». La mujer, en paro, desarrollaba su tarea laboral en el sector de la atención al cliente, y más que mirar con optimismo al hecho de encontrar una vacante en su zona de comfort, cree que las perspectivas de empleo son oscuras.

De hecho, la realidad laboral en Aragón ha provocado que su orientación profesional dé un giro de 360 grados. «Sobre las perspectivas de empleo, voy a estudiar oposiciones así que no te digo más, y tengo casi 50 años. Funcionaria, esa es mi perspectiva. Estudiar y estudiar a ver si me puedo sacar las oposiciones. No hay oportunidades de empleo», asegura.

Y luego considera que está el problema del teletrabajo. «Para teletrabajar tienes que tener un equipo que no te lo proporciona nadie, lo tienes que tener tú. Entonces con el trabajo de un mes, de media jornada, si te tienes que comprar un ordenador, ¿qué te gastas? ¿3.000 euros te gastas para trabajar media jornada? El teletrabajo parece que es la solución al problema, la salvación del mundo y de eso nada. Si las empresas te facilitan las cosas sí, pero si no pierdes muchas oportunidades. Si trabajaba en un call center bien, pero en casa no podía», lamenta esta mujer.