El entusiasmo de Jesús Tello y su hija Marina es contagioso. Además, poseen un tesoro difícil de valorar, pues en estos momentos no son muchos los ejemplares del juego Zaragozeando que se pueden encontrar en los mercadillos, almonedas o tiendas de segunda mano. Ellos son afortunados poseedores de una caja prácticamente intacta de una rareza que sigue en la memoria de muchos. Una curiosa mezcla de Monopoly y juego de pruebas que está en el germen de un gigante empresarial como Imaginarium. A pesar de que ahora la empresa esté en horas bajas, buena parte de sus creaciones siguen en la memoria de varias generaciones. Y este tablero es de los más valorados.

Jesús Tello, desde muy joven, ha sido aficionado al coleccionismo. Hasta el punto de que cuando cerró la empresa de construcción para la que trabajaba decidió convertir su pasión en su oficio. Así abrió una tienda junto al rastro de la plaza de San Bruno en la que acumuló valiosos objetos cotidianos, especializando su oferta en los juguetes, las muñecas y los zarrios relacionados con la infancia.

Con el paso del tiempo su hija Marina se sumó a sus pesquisas buscando piezas y sorpresas. Una de ellas fue el Zaragozeando del que no quisieron desprenderse, pues siempre fueron conscientes de que forma parte de la historia de la ciudad. El creador de la firma Imaginarium, Félix Tena, desarrolló este juego de mesa mientras era un estudiante. Y descubrió una clave que fue fundamental para su financiación: pedía a los comercios de la época un pequeño pago para aparecer en las casillas.

El buscado Kikonico

El éxito fue inmediato y pronto desarrolló tableros similares para Madrid y Barcelona. A partir de ahí se sentaron las bases de una marca que ha llegado a todos los rincones del mundo y ha creado iconos como el Kikonico, un oso con discapacidad cuyas ventas se han disparado en medio de la mayor crisis en la que se ha visto envuelta la empresa. Otro de los éxitos populares de la marca es la casa de muñecas de Amanada, una vivienda habitada por una familia de peluche cuyo padre toma el nombre del propio creador de la juguetera aragonesa: Félix.

El precio de un Zaragozeando (pura coincidencia con el nombre de esta sección) en estos momentos no es muy elevado, y eso que no se encuentran muchos en el mercado. Si lo ve en una tienda le pedirán entre 50 y 80 euros, unos pocos más si saben que usted es de Zaragoza, por eso de jugar la baza sentimental.

«Yo solo he tenido dos, uno que vendí y este que me guarde», explica Jesús desplegando el tablero sobre una mesa abarrotada de sellos, cochecitos y figuritas. Durante el confinamiento, además de aprovechar para montar maquetas de trenes, intentaron jugar una partida, pero se acabaron pasando al rabino francés, bromea. Y eso que las perricas que se usan para pagar unen el símbolo del dólar con los cachirulos.

Retrocolección

Con el cierre de la tienda física en Zaragoza, los Tello se instalaron definitivamente en La Muela, localidad en la que ahora residente. Desde allí continúan vendiendo sus tesoros cotidianos (naves de La guerra de las galaxias, paquetes de tabaco Celtas, viejas botellas de Ámbar) en la plataforma Todocolección. Su perfil de usuario mantiene el nombre del viejo comercio, Retrocolección y casi todos los días realiza un envío a alguna parte de España.

Por culpa del covid, eso sí, ha tenido que abandonar la costumbre de poner un puesto en el mercadillo de San Bruno, pero aún acude de vez en cuando. Tanto Jesús como Marina saben que desprenderse de algunos de los objetos que llegan a sus manos puede ser complicado, pero forma parte del oficio. «Lo que se saca de una venta sirve para adquirir otras cosas», reflexionan con filosofía.

Sin embargo, la máxima no la aplican a todo lo que les llega. Solo de este modo han podido conservar una parte de las calles y las tiendas de la Zaragoza de finales de los ochenta.