El covid no ha provocado un descenso en el número de los voluntarios que acuden a los centros sociales o comedores comunitarios. No existe miedo al contagio cuando se trata de colaborar. Y además, según destacan los impulsores, son cada vez más los propios usuarios quienes ofrecen su apoyo a la hora de desinfectar los locales en los que se preparan los alimentos o en el reparto de los mismos. Esta labor tiene un impacto directo en su bienestar emocional.

Sin embargo, la situación sanitaria está produciendo problemas para atender todas las necesidades. El delegado parroquial de la obra social de la iglesia del Carmen en Zaragoza, Ramón Maneu, señala que han tenido que crear grupos burbuja entre las personas que acuden a colaborar. Esto conlleva menos manos. Además, en algunos casos han visto como personas que solían ser habituales han decidido alejarse del comedor durante un tiempo para no exponerse al virus.

El sudamericano José Peña lleva «muchos años» en Zaragoza. Tiene un hermano instalado en un piso en San José, pero él prefiere vivir con mayor libertad. Por eso asegura que acude todos los días a buscar alimentos al comedor del Carmen. Ahora está contento porque ve la regularización de su situación administrativa cada vez más próxima. «Llevo 36 años viviendo en la calle, en este tiempo he aprendido a ingeniármelas», manifiesta. Eso sí, destaca que hace falta «mucha confianza» para soportar algunas de las situaciones. No olvida lo mal que lo pasaron durante la nevada que cubrió Zaragoza. Una persona que convivía con él enfermó gravemente. «Enmudecí cuando me avisaron los servicios sociales», recuerda. Con el covid asegura que tiene «mucho cuidado», pues no sabe cómo tendría que pasar la cuarentena.

La Asociación Cívitas del zaragozano barrio de Las Fuentes cuenta entre sus integrantes con vecinos de múltiples nacionalidades. Se mezclan en la organización del reparto de alimentos las experiencias de jubilados nacidos en el barrio con las de recién llegados, que han conocido la labor de la entidad, primero por necesidad, y después, han querido sumar su ayuda.

Petición de asilo

El colombiano Juan Garzón lleva 16 meses en Zaragoza junto a su esposa. «Pedimos asilo y me llegó la denegación hace 20 días. Ya hice el recurso, porque encontrar trabajo está siendo complicado sin papeles», cuenta el que ahora también es voluntario de la entidad. La extorsión de los grupos armados en su país natal le llevó a abandonarlo, a pesar de que allí tenía trabajo tanto él como su mujer. «Tuvimos que salir de allí ante una situación insoportable. Todo el salario se iba en los pagos a estos grupos armados. Ahora intentan construir una nueva vida en Las Fuentes. «Empecé de voluntario en la parroquia y ahora aquí, y además de devolverles la ayuda que me dan me sirve como distracción y apoyo ya que todos estos meses sin trabajar, encerrado en un piso, habría sido horrible», reflexiona.

José Antonio Peralta, jubilado, empezó a colaborar con la asociación hace seis meses. «Me gusta por el bien del barrio», reconoce, y se muestra sorprendido por la situación que padecen muchas familias. «Sabíamos que en el barrio hay dificultades, pero lo que no te podías imaginar era que haya 1.000 familias llamando a la puerta cada día porque se han quedado con lo puesto», reflexiona