Hace dos meses y tres días que los trabajadores del tranvía de Zaragoza están en huelga de lunes a viernes. Bastante menos los del bus, que empezaron el 20 de febrero y con unos paros convocados para los fines de semana. El transporte público está en crisis, y no solo por la pérdida de usuarios provocada por la pandemia. Lo está porque las negociaciones con las direcciones correspondientes, Los Tranvías y Avanza Zaragoza, respectivamente, están rotas a la espera de algún gesto, algún movimiento que haga prever que hay intención de cambiar el rumbo, de ceder. Por un lado y por el otro. El conflicto se ha enquistado y todo apunta a que se va a prolongar en el tiempo.

Más salario y menos horas de conducción

En ambos casos se está negociando el convenio colectivo. Tras meses de conversaciones internas, los comités han decidido airear los trapos sucios, denunciarlos públicamente y tratar de presionar a sus empresas decretando jornadas de paros, dificultando el cumplimiento de los aforos en un momento especialmente delicado. Más allá de cuestiones internas, piden aumentos salariales, mejoras en sus turnos de trabajo, una conciliación familiar real y garantías, que en los tiempos que corren no es baladí.

En el caso del autobús, que negocian un convenio de cuatro años, los trabajadores empezaron reclamando una subida del 2% en el 2020, y del 3% en los tres años sucesivos, con una cláusula en la que la empresa se comprometiera a revisar el salario si se incrementaba el IPC. La última propuesta del comité fue congelarlos. El trabajador del Urbos 3 solicita el IPC +1,5% hasta el 2022, además de sumar pluses por el cambio de funciones, como la conducción de convoyes dobles. Ambos comités reclaman más contrataciones, regular las jornadas de trabajo y tener menos horas de conducción continuada, además de que empiecen a contar desde que acceden a las instalaciones y no a los vehículos.

Las empresas aseguran que no corren peligro ni sus puestos ni sus sueldos, pero insisten en que las cosas no están como para incrementar los salarios. Se agarran a la crisis económica que ha provocado el coronavirus y a la pérdida de usuarios, que alcanzó el 95% durante los meses de confinamiento y cuya demanda actual ronda el 40%. Con unas cuentas más o menos saneadas, las direcciones no están dispuestas a subir las nóminas, y este es el principal escollo de las negociaciones.

Avanza y Los Tranvías ya piensan en la repercusión a corto plazo que tendrá en la demanda porque toda huelga provoca una pérdida de viajeros que luego hay que recuperar y, en año covid, no será sencillo. Pero los comités también se desgastan y también pierden, en este caso la confianza de sus compañeros, por lo que no pueden cerrar las conversaciones sin logros ni hitos.

Servicios mínimos altos y poca demanda

Lo tiene difícil porque saben que en plena crisis sanitaria no pueden bloquear el transporte público y por eso, por «responsabilidad ciudadana», no lo hacen. Una decisión acertada que sin embargo les resta fuerza porque las afecciones que generan en el servicio, salvo momentos puntuales, son menores. Durante esta huelga no se han visto paradas abarrotadas de viajeros cabreados como ha sucedido en otras, sobre todo en las del autobús, más habituales y duras. El hecho de que la demanda sea del 40% influye, y mucho. Esto hace que no se exija ni a los empleados, ni a las direcciones, ni al ayuntamiento soluciones. Sobre todo al consistorio, que siendo el principal responsable del servicio está saliendo airoso de esta crisis. Está sucediendo a pesar de que tanto el bus como el tranvía están en huelga y del covid. La crispación no se vive en las paradas, pero tampoco en el salón del plenos, donde normalmente se viven acalorados debates. Quizá por eso los comités han decidido iniciar una ronda de contactos con los grupos políticos.

Los servicios mínimos decretados, entre el 50% y el 90% en el Urbos 3, y entre el 46% y el 61% para el bus, tampoco benefician a los conductores ya que las afecciones son todavía menores.

En el caso del tranvía, que la duración de los paros sea de 30 minutos también minimiza las consecuencias en los bolsillos de los empleados. Algo importante y que puede eternizar el conflicto y las movilizaciones.

Los comités se unen en las movilizaciones

Otra de las claves que hacen pensar que este conflicto se va a eternizar es la unión de ambos comités, de las plantillas del bus y el tranvía.

Este jueves harán una manifestación conjunta, la primera de una larga lista que tienen prevista y que pueda que haya sido otro de los motivos por los que las negociaciones, en ambos casos, se hayan roto. No haya fecha prevista para volver a sentarse en la mesa del Servicio Aragonés de Mediación y Arbitraje (SAMA) y tratar de acercar, como poco, las posturas, porque en los últimos encuentros ha sucedido todo lo contrario, se han ido alejando, pese a haber conseguido propósitos.

Es la primera vez que van de la mano, que pretenden hacer ruido juntos, pero los conflictos son completamente distintos y la capacidad de las empresas también. En el autobús son más de 1.200 los empleados que reclaman sus mejoras, en el tranvía 62.

La situación de las direcciones también es deferente. Avanza Zaragoza cobra por cada kilómetro recorrido, independientemente del número de usuarios, por lo que es el consistorio el que más dinero está perdiendo con la caída de usuarios. Los Tranvías, en cambio, ingresan según el número de validaciones. Además, la Sociedad Mixta económicamente no está en un buen momento para aumentar sus costes.