Alegría y sensación de alivio. Esos dos sentimientos se apoderaron ayer de los responsables de Cultura de Aragón y del personal del Museo Diocesano de Barbastro-Monzón. Alegría porque, con la entrega de 41 bienes por parte del Museo de Lérida, había terminado el largo proceso de devolución de las obras de arte de las parroquias. Y alivio porque, por fin, se podía dar por concluido un intrincado litigio en los tribunales en el que se han consumido 25 años de esfuerzos e innumerables autos y decisiones judiciales, en la vía civil y la canónica, hasta llegar a un sentencia que aún no es definitiva.

Por eso ayer era el momento de pararse a contemplar las cuarenta y tantas cajas de madera en las que habían llegado, traídos en camión, los últimos bienes pendientes de entregar. «Ahora ya no hay prisas, lo importante era que volvieran», sintetizó en una sola frase el nuevo espíritu el director del Museo de Barbastro, Ángel Noguero. «Esto tiene su ritmo y su tiempo y ahora, con paciencia, es cuestión de examinar una a una todas las obras recibidas por si hubiera algún pequeño fallo...», explicó.

En adelante, paso corto, esa es la consigna. De hecho, las obras, muchas de ellas, seguirán embaladas para darles tiempo a aclimatarse a la temperatura y la humedad de su nueva casa en el Somontano, continuó Noguero.

Y, mientras transcurren los días, tiempo habrá, anticipó, de preparar «una miniexposición temporal para que la gente pueda ver lo poco o mucho que había fuera del museo», añadió, sin fijar fechas ni nada.

Vivo interés en verlas

Claro que, tras más de cien años de ausencia del territorio, en Aragón hay interés por ver esas famosas obras de arte que, un día sí y otro también, durante un cuarto de siglo, han estado apareciendo en la sección de Tribunales de los periódicos de la comunidad, así como en la televisión y en las emisoras de radio.

Ese interés es especialmente intenso en los pueblos de la Ribagorza que las perdieron de vista cuando sus actuales vecinos ni siquiera habían nacido. Por eso se piensa ya, quizá vagamente, en organizar exposiciones temporales aquí y allá.

«Pero para salir de aquí las obras se tienen que dar condiciones», comentó el director del museo. «Es fundamental que se cumplan normas muy estrictas de seguridad, de mantenimiento y de conservación», precisó. Otra solución que se baraja para algunas de las piezas es diseñar réplicas que se puedan instalar en las parroquias rurales de las que proceden. Ese es el caso del frontal del altar de Buira, una pedanía de Bonansa, patria chica de Marcelino Iglesias, expresidente de Aragón, que ayer estuvo presente en el acto de recepción de las piezas de arte sacro.

El alma de Aragón en un cáliz de latón

Pero esos planes habrá que madurarlos poco a poco, no hay por qué correr tras un pleito de un cuarto de siglo con la vecina provincia de Lérida, en realidad más con la Generalitat de Cataluña, que ha sido un duro contrincante.

Lo importante es que ayer Barbastro era una ciudad satisfecha con lo conseguido, que no es poco. Por eso, entre los asistentes al último acto de la devolución, un grupo de entusiastas de la plataforma Sijena Sí entonaba jotas, himnos de Labordeta y cánticos religiosos con letra reivindicativa.

Sus canciones se superponían al ralentí del camión estacionado ya con los bienes a la espera de la descarga. El alma de Aragón, parecían decir, también puede estar en una tabla románica de la Virgen y el Niño o en el cáliz de latón de una ermita perdida tras los montes de la Ribagorza.