A las 9.20 horas, 10 minutos antes de lo previsto, llegó el camión para trasladar las últimas obras del Museo de Lérida a Barbastro. Cuarenta y dos piezas, las mejores de las 111 afectadas por la ejecución provisional de la sentencia de los bienes de las parroquias oscenses en disputa entre Cataluña y Aragón. Día soleado pero de ambiente gélido. Frío. Triste.

En la soledad más absoluta ayudaron los trabajadores del museo a cargar las piezas, como hicieron en las tres entregas anteriormente (el 15 y 22 de febrero, y el 5 de marzo). Nadie, ni uno de los patronos del museo. Ni la consejera de Cultura, Àngels Ponsa, presidenta del consorcio y con todas las competencias sobre el patrimonio catalán; ni el alcalde de Lérida, ni los responsables de la Diputación y Consejo Comarcal; ni el obispo, propietario de las obras (hasta que la sentencia del juzgado de primera instancia de Barbastro dijo lo contrario).

Sijena en el recuerdo

Un escenario completamente opuesto al del 11 de diciembre del 2017, cuando la Guardia Civil irrumpió en el museo para requisar las piezas de Sijena. Entonces, en plena campaña electoral, hubo desfile de políticos. Y grandes manifestaciones de indignación y apoyo. Ayer, el camión partió solo. A las 10.30 puso rumbo a Barbastro con discreta escolta de los Mossos.

Una triste despedida para unas obras desechadas por los párrocos de las iglesias oscenses en su momento y recuperadas del abandono por el obispo Josep Meseguer a finales del XIX y principios del XX. De esta soledad y falta de apoyo, las críticas: «No hemos hecho nada más desde el principio que llamar a puertas que no se nos abrían».

Así empezaron los parlamentos el Círculo de Amigos del Museo -«la única herramienta de resistencia ante el abuso», según ellos, el acto reivindicativo organizado por la entidad después de la marcha de las piezas, y en el que las autoridades se hicieron, por fin, de cuerpo presente. Manifiesto con el lema Recuperémoslas y clavel rojo para dejar a la puerta del centro como ofrenda.

Y mucha crítica pero poca autocrítica. Los reproches, básicamente dirigidos contra Ponsa. «Nos habéis abandonado», «Gracias por nada» y «No sois bienvenidos» fueron las frases más coreadas por los convocados, unos 400. La consejera aguantó estoicamente y los manifestantes no perdieron las formas. Ni cuando una espontánea afeó directamente a Ponsa su actitud: «Las autoridades no han hecho nada. Nos deben una explicación». No hubo y la autocrítica fue poca: «Hemos trabajado más que hemos explicado», afirmó la consejera sin convencer.

Recuperar las obras

Luego llegaron las promesas de un programa ambicioso para el museo y de pleitear hasta Europa para recuperar las obras. Y la petición de que el Parlament se comprometa a ello. El «reconocimiento, calor y compromiso» del público fue para el obispo Salvador Giménez.

«Hemos tenido obispos de toda clase, y dos que han actuado a favor de Lérida, Francesc Xavier Ciuraneta y Salvador Giménez». Aplausos y el asentimiento de este último de estar dispuesto a sufragar el litigio hasta el final.

Por delante queda todavía un largo recorrido judicial, no obstante. Está ya planteado un recurso de apelación ante la Audiencia de Huesca sobre el fondo de la sentencia. Y, a la vista del resultado en esa instancia intermedia, se podrá presentar otro recurso ante el Tribunal Supremo, por lo que el final es incierto todavía.