Por las tuberías de Zaragoza no hay ni rastro del famoso monstruo de las cloacas. Este es el nombre que se utiliza para calificar de una forma más amable a las bolas de restos de toallitas húmedas deshilachas y otros elementos que se forman en la red de saneamiento y acaban atascándola. Salvo excepciones que acaban en obstrucciones y averías, solo se ven residuos aislados. En parte porque se ha mejorado e intensificado el mantenimiento del laberinto de cañerías, que cada cuatro años debe limpiarse en su totalidad. Y, en parte, porque hay más conciencia sobre qué se debe arrojar por los inodoros. O no.

Porque las depuradoras zaragozanas retiran cada mes 30 toneladas de toallitas desechables que llegan hasta las plantas de La Cartuja y La Almozara. El año pasado se gestionaron hasta 370 toneladas, un 5,7% más que en el 2019, y su coste anual superó los 170.000 euros.

Para evitar el colapso de la red un robot de dimensiones discretas ataviado con una cámara frontal y un foco de luz circula por las cloacas de la ciudad para comprobar su estado. Este equipo de CCTV autónomo se cuela por las tuberías como si de un coche teledirigido se tratase para recorrer la distancia que hay entre uno pozo y otro, unos 80 metros. La suficiente como para no despistarse bajo el suelo. Para evitar que se lo lleve la corriente, además de estar asegurado a una cuerda, se sumerge normalmente por la noche, cuando la ciudad duerme y menos agua transita por la red.

Visionado en directo

Los operarios pueden visualizar al detalle en tiempo real todo lo que graba, incluso a algún que otro roedor saludando a cámara. Las tuberías son estancas y cualquier pequeña rotura o fisura podría ocasionar serios problemas. Desde los mandos, los operarios comprueban que las juntas están bien selladas, que no hay balsas de agua acumulada (lo que significaría que no circula correctamente), ni restos de jabón solidificados, o de toallitas y demás artículos de higiene.

La red de saneamiento puede llegar a estar a 14 metros bajo tierra porque por encima está la de abastecimiento. En Zaragoza hay tuberías desde los 200 milímetros de diámetro hasta los tres metros, que son las visitables, aunque siempre se evita acceder a ellas por seguridad. Un total de 1.175 kilómetros de los que el 75% tiene menos de 600 milímetros de ancho.

El robot no es el único sistema que utilizan los operarios. Dependiendo del tamaño de la tubería, de las necesidades y de la urgente utilizan uno u otro. Para las tuberías de menos de 200 milímetros se hace uso la «cámara de empuje manual», que es como una manguera capaz de colarse por cualquier lugar como si de una serpiente se tratase, amoldándose a las redes más estrechas o con obstrucciones. También disponen de la llamada «pértiga», que permite visualizar hasta 25 metros de distancia, dependiendo de la luz y del vaho, y que se parece a una pértiga, de ahí su nombre.

La pértiga ofrece información de forma rápida. / FOTOS: ÁNGEL DE CASTRO

Suele ser utilizada cuando el tiempo apremia, en una urgencia, ya que puede introducirse rápidamente por el pozo y analizar el interior de la alcantarilla. Los operarios recurren a la pértiga cuando se produce una avería o un hundimiento, inspeccionan el terreno y deciden. Si requieren de más información pueden usar alguno de los otros aparatos.

Limpieza a presión

También tienen sistemas para actuar en su interior. Por ejemplo, si hay un atasco utilizan mangueras de agua a presión y otras que la aspiran desde el otro pozo, llevándose el tapón por delante, que muchas veces tiene que romperse con un sistema de cadenas giratorias. Si eles problema estructural, normalmente hay que realizar obras. Estas obstrucciones suelen suceder en las tuberías de menor tamaño, donde se acumulan más restos.

También se enfrentan a la naturaleza porque las raíces de los árboles tienden a colarse por las acometidas buscando el agua, pegándose a las paredes y comiéndose el espacio que tiene el agua para fluir. Para estos casos tienen sistemas con cadenas giratorias que son capaces de rascar las raíces pegadas a las paredes, cuyos restos son aspirados. Los barrios más verdes, como Valdespartera o Actur, son los que más problemas presentan.

Las cámaras también pillan in fraganti a roedores u otros insectos sorteando las aguas residuales. En este caso, se notifica la incidencia a Salud Pública para que realice el tratamiento que corresponda.

La contrata de limpieza y mantenimiento, que recibe anualmente unos 60 avisos por atascos o averías, actúa durante todo el año en la red. Su labor es más preventiva que otra cosa, ya que solo así se garantiza su funcionamiento y se evitan las obstrucciones.

El nuevo contrato, que lleva un año en vigor y su coste se eleva a los 3,4 millones anuales, obliga a limpiar toda la red al completo cada cuatro años. Anualmente se realizan labores de mantenimiento en el 50% de los colectores de 600 milímetros a 1,2 metros, y en el 33% de aquellos de más grandes, mientras que antes solo se actuaba en las visitables cuando había problemas.