Los vecinos de Balsas de Ebro Viejo llevan una semana con mucha incertidumbre respecto al nuevo plan de rehabilitación presentado por el Ayuntamiento de Zaragoza. Para la gran mayoría, de momento, solo es humo debido a que las cientos de dudas que rondan por las cabezas de estos zaragozanos no permiten todavía visualizar esta zona tal y como el equipo de Gobierno del consistorio la propuso en la reunión del pasado martes.

El Ayuntamiento de Zaragoza presentó un proyecto de rehabilitación de las viviendas y zonas comunes de Balsas de Ebro Viejo con el que optan a la financiación de los fondos europeos pero en el que aún quedan muchas cosas por aclarar.

Ana Alcázar es una de las vecinas de la zona, además de presidenta de la Cooperativa de Balsas y asegura que «los sentimientos son contradictorios». Llevan años luchando por un plan que haga que estas calles por fin luzcan como antes y que no se queden apartadas del mantenimiento diario.

En la reunión que congregó a los diferentes representantes de la zona «no hubo nada claro, eran números muy grandes pero sin dividir por vecinos ni por pisos por lo que es muy complicado el hacerse a la idea de si se puede hacer o no», contó Alcázar, que trasladó su preocupación y la de muchos conocidos en cuanto al tema económico. «No todos los vecinos tienen el mismo poder adquisitivo, hay muchas personas mayores que no estarán dispuestas a pagar 40.000 euros y otros muchos están okupados o son de los bancos».

La variedad de situaciones complica aún más el tema de este proyecto tan ansiado pero en el que tanto respeto da meterse ya que muchos de los vecinos ya han acometido obras en sus edificios para arreglarlos e incluso añadirles ascensor exterior, que es también una de las ideas contempladas en el plan Balsas Positivo. «Si hay alguien que se niega a hacerlo, ¿qué es lo que va a pasar?», se preguntó Alcázar, que explicó que estas dudas no se pudieron resolver en dicho encuentro debido a que «solo fue una toma de contacto» y en la que aseguraron que ahora hay que estudiar los casos de manera individualizada. «Cada vez que se nos presente un proyecto tiene que venir acompañado de soluciones para cada persona porque si no todos van a decir que no porque da miedo meterse en algo desconocido», explicó Alcazar.

Al final del ya catalogado como «famoso power point» se habla de aprovechamientos urbanísticos y aquí es cuando para los vecinos entra la imaginación. «Tenemos que entender de esa frase que si no se llega con el resto del espacio, se hará uso de la piscina pero solo con eso no podemos llegar a muchas conclusiones», explicó Rafael Tejedor, que lleva viviendo aquí desde que nació.

La zona de la piscina, propiedad de la cooperativa, no es la única zona que preocupa debido a que si se pasea por el barrio se puede comprobar que la mayoría de locales comerciales están cerrados o incluso se les ha dado el uso de trasteros. «También hay un edificio de oficinas y garajes y nadie ha dicho nada de cómo tendrán que participar estos espacios», contó Tejedor, que a pesar de saber que las preguntas siguen rondando, no dudó en asegurar que «nadie se va a negar a construir el proyecto pero tienen que tener en cuenta la tipología del barrio, de los vecinos y de la intervención».

Teresa también es una de las vecinas de las de toda la vida y además cuenta con el único negocio «en 300 metros a la redonda», una pequeña verdulería que después de 36 años pronto cerrará sus puertas y desde donde se pide más comercios en la zona.

Estos días el futuro proyecto podría ser monotema entre los residentes pero Teresa explica que, aunque se oyen conversaciones al respecto, «es algo que ya se nos prometió en el 2009 y al final no pasó nada», por lo que de momento los vecinos tampoco quieren hacerse muchas ilusiones. «Todos los que hemos vivido aquí y nos hemos encargado de todas las zonas comunes, estaríamos encantadísimos de que se hiciera realidad», zanjó Teresa.